A partir de las destempladas declaraciones de algunos líderes de izquierda, cualquier observador desprevenido hubiera pensado que el PDC traicionó sus principios y que Chile atraviesa por una profunda transformación de su sistema político. Pero la votación a favor de la idea de legislar la reforma tributaria de los diputados demócratacristianos en la comisión de Hacienda es mucho menos importante. La decisión es producto del pragmatismo y concordante con el sentido común. En vez de armar una tormenta en un vaso de agua, los partidos de izquierda deberían redoblar esfuerzos para articular un frente unido con el PDC que les permita usar la mayoría parlamentaria que hoy tienen para influir en la agenda legislativa del gobierno.
Desde que los chilenos dieron mayoría en el Congreso en noviembre de 2017 a una fragmentada agrupación de partidos de centro e izquierda, la gran incertidumbre en la política nacional es acerca de esa capacidad para influir . Durante el primer año éstos lograron ponerse de acuerdo para distribuirse los espacios de poder en el Congreso y bloquear importantes iniciativas del gobierno. Cuando quiso obstruir, la oposición pudo ponerse de acuerdo. Pero cuando hubo que decidir cuál era el modelo de país que aspira a construir, dejó ver las enormes diferencias que existen entre sus distintos partidos. Es verdad que el gobierno puso de su parte para facilitarles esa tarea al cometer errores no forzados, como pelearse con la sombra de Bachelet y olvidar explotar las diferencias que predominan en sus contrincantes.
A comienzos de 2019, la amenaza del Frente Amplio de abandonar el acuerdo para controlar la presidencia de ambas cámaras y de las comisiones llevó a varios líderes oficialistas a cantar victoria respecto a los vientos que soplarían en el Congreso este año. Pero a última hora la oposición renovó el pacto de control del Congreso que ha tenido al gobierno del Presidente Sebastián Piñera con minoría parlamentaria.
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