A tres meses de iniciado su mandato, el gobierno del Presidente Piñera ha sido criticado por la aparente lentitud en la presentación de proyectos de ley. Aunque comparar este dato sea una pésima forma de evaluar la efectividad legislativa, es innegable que este gobierno tiene menos frenesí legislativo que el anterior. Pero el problema no es que haya presentado pocos proyectos de ley; el problema es que el segundo mandato de Bachelet (2014-2018) creía que la solución para cualquier contratiempo era un nuevo proyecto de ley. Por eso, la decisión de apretar el freno en su envío constituye una decisión acertada y razonable. Más vale enviar pocos proyectos bien pensados que proyectos mal diseñados, que terminan empeorando los problemas en vez de mejorarlos.
Resulta difícil evaluar el desempeño de un gobierno. Como éste debe administrar el Estado y adoptar reformas que permitan mejorar lo que no funciona bien, hacerse cargo de nuevos desafíos y potenciar las cosas que sí están dando resultado, hay distintos criterios para medirlo. La aprobación presidencial, la tasa de crecimiento, el empleo, la inflación, los indicadores de delincuencia o la cantidad de proyectos de ley enviados o de leyes promulgadas se convierten en los instrumentos que alguna gente usa para decidir qué tan bien está haciendo su trabajo el gobierno.
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