Patricio Navia: El peor momento de la pandemia

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Aunque a estas alturas ya debiéramos haber aprendido a no usar más esa frase, lo cierto es que la sensación ambiente en Chile no es la mejor. El cansancio y agotamiento con la pandemia, y la incertidumbre y preocupación que genera el inminente inicio de la convención constitucional hacen que muchos crean que el país está pasando por su peor momento desde que se inició la crisis del Covid-19 en marzo de 2020. Porque hay muchas razones para estar preocupado y pocos motivos para estar esperanzado, más allá de los altos y bajos que ha tenido la pandemia y de los cambios en la intensidad con que el Covid-19 se ha manifestado en Chile en estos 15 meses, es incuestionable que Chile no pasa por su mejor momento.

Desde que hay encuestas, el ánimo colectivo en Chile tiende a empeorar en invierno. Cuando a eso se le suma la crisis económica, la alta tasa de desempleo, la incapacidad de la clase política para ponerse de acuerdo en cuestiones esenciales y el temor a que el proceso constituyente se descarrile o, peor aún, se vaya por una dirección distinta a la que estableció el acuerdo alcanzado bajo la presión del estallido social en noviembre de 2019, es comprensible que mucha gente piense que el país avanza por el camino equivocado. Pero si algo debimos haber aprendido en estos quince meses de pandemia es que las cosas siempre pueden empeorar y que no hay que apurarse en cantar victoria.

Más allá de las cosas que se podrían haber hecho mejor y de las decisiones que se tomaron cuando no había suficiente información sobre la real amenaza que constituía el Covid-19, el gobierno parece haber tropezado una y otra vez con la misma piedra del apresuramiento en creer que el país estaba ya en condiciones de volver a la normalidad. En repetidas ocasiones, el gobierno se apuró en creer que lo peor ya había pasado y anunció medidas que, si bien eran saludablemente optimistas, no parecían hacerse cargo de lo obstinado que ha sido el virus en seguir causando daño al país.

Por eso, cuando la prensa y los líderes de opinión vuelven a usar la muletilla de que estamos en lo peor de la pandemia, la única reacción posible es la incredulidad. Esa frase ha sido repetida demasiadas veces como para que siga teniendo efecto. Como el ser humano se acostumbra a todo, hablar del número de casos positivos, muertes y camas críticas disponibles ya no tiene el mismo efecto comunicacional que tenía cuando la crisis recién comenzó.

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