Si bien los escándalos de financiamiento irregular de la política, corrupción, tráfico de influencias, colusión y abuso han estado a la orden del día en Chile en los últimos meses, es fácil de entender por qué la noticia sobre la abultada pensión que recibe Myriam Olate, la esposa del diputado Osvaldo Andrade, después de 21 años de trabajo burocrático en Gendarmería, ha generado tanta polémica y tanto rechazo. Ya que la mayoría de los chilenos jubilados recibe pensiones paupérrimas y todos los trabajadores chilenos temen que sus pensiones no les alcanzarán para una jubilación digna, el trato groseramente privilegiado que recibió Olate, usando resquicios legales, alimenta la principal causa del descontento que existe en la sociedad chilena.
Porque los poderosos de siempre nunca pierden y el resto de los chilenos es recurrentemente víctima de abusos y discrecionalidad, la gente está molesta. Porque mientras Andrade se alzaba como defensor de los marginados y paladín contra el abuso, su propia familia se beneficiaba de las reglas desiguales e injustas que abundan en Chile. Andrade representa hoy todo lo que la gente rechaza de la elite política y de un sistema que promete igualdad pero que repetidamente demuestra que beneficia mucho más a unos pocos privilegiados mientras el resto se debe rascar con sus propias uñas.
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