Hasta hace poco, el cronograma electoral argentino se ajustaba a los vaivenes políticos y económicos y a la conveniencia del oficialismo de turno. Uno de los logros recientes en la erosionada institucionalidad democrática del país es que ahora las elecciones nacionales tienen un calendario fijo que se inicia con unas primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO); luego las generales el último domingo de octubre y primera vuelta presidencial, y la posibilidad de ballotage un mes después.
Este cambio implica mayores posibilidades para la oposición en la primera vuelta presidencial ya que a partir de la reforma constitucional de 1994 para alcanzar la presidencia en primera vuelta se requiere llegar al 45 por ciento de los votos o superar el 40 por ciento con una diferencia del 10 por ciento con el segundo. De aquí a las PASO que se realizarán el 9 de agosto el escenario electoral está abierto y, a partir de allí, quienes resulten ganadores en las primarias y hayan quedado en primer y segundo lugar en cantidad de votos obtenidos, seguramente polarizarán la primera vuelta.
En estos momentos, la mayoría de las encuestas señalan que esa situación se producirá entre el gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato del oficialismo, Daniel Scioli, y el opositor y Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. Según los sondeos, estaría quedando relegado al tercer lugar Sergio Massa, ex intendente del municipio bonaerense de Tigre y ex Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, quien derrotó al oficialismo en las legislativas del 2013 y hundió definitivamente las aspiraciones de la mandataria a una reforma de la constitución nacional que habilitara la posibilidad de una nueva reelección presidencial. Las encuestas también señalan que cerca del 60% de los electores desea que el kirchnerismo no siga en el poder, pero el principal candidato opositor —Mauricio Macri—es quien reúne el mayor rechazo. Es decir, su imagen negativa supera a la positiva.
En las elecciones de este año también se renueva la mitad de la cámara de diputados y un tercio del senado, donde el kirchnerismo tiene hasta ahora la mayoría. En el Senado, el actual oficialismo mantendrá la mayoría, pero en el caso de ambas cámaras se especula que habrá reacomodamientos si llega a triunfar un candidato presidencial de la oposición.
En caso que triunfe un opositor, la tendrá muy difícil en materia de gobernabilidad, algo con lo que especula el kirchnerismo para que Cristina tenga posibilidades de postularse en 2019. Esto, claro, salvo que de ganar un opositor arme un gobierno de coalición sobre lo cual no hay tradición en la Argentina. Y quizás ese sea el mayor desafío, especialmente para Macri.
Ahora, a todo este panorama político hay que sumarle los grandes problemas económicos y sociales que deberá enfrentar el próximo gobierno en un contexto regional e internacional más desfavorable. Por lo tanto, es lógico advertir que el período presidencial 2015-2019 será un enorme desafío para la gobernabilidad democrática en la Argentina.