Temporada de lluvias, temporada de marchas

En un país sísmico como Chile, los terremotos ya son parte del paisaje. Como las marchas se han convertido en un evento más del calendario político anual, su efecto es también más acotado. De hecho, la gran noticia sería que hubiera un otoño sin marchas estudiantiles.

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Al menos desde 2011 —si no desde 2006— la llegada del otoño ha sido acompañada por el inicio de la temporada de marchas y movilizaciones estudiantiles. Lamentablemente para el movimiento, el hecho de que las marchas se hayan convertido en una regularidad tan esperada como el otoño debilita su impacto. Porque un mayo sin marchas parece tan inusual como un otoño sin hojas caídas, va a resultar difícil que el movimiento estudiantil de este año logre superar el récord de impacto mediático que generaron las marchas de los pingüinos en 2006 y las de estudiantes universitarios en 2011.

Las marchas demandando mejoras en la calidad de la educación y en el acceso a la educación superior comprensiblemente supieron ganarse el apoyo y la simpatía de una buena parte de la sociedad. Porque es esperanzador ver a los jóvenes marchando por ideales nobles —como el acceso igualitario a educación de calidad y el deseo de adquirir mejores herramientas para contribuir al desarrollo de la sociedad—, las marchas rápidamente superaron a otros movimientos sociales en popularidad y apoyo.

El movimiento estudiantil también se benefició del hecho —nada trivial— de que los estudiantes tienen más tiempo y posibilidades de marchar que otros grupos con demandas tal vez incluso más urgentes y legítimas. A diferencia de los enfermos que sufren de graves enfermedades, los estudiantes tienen salud y energía para marchar. A diferencia de los jubilados o enfermos graves, los estudiantes que pasan a la siguiente etapa de sus vidas pueden seguir demostrando solidaridad con los que ahora marchan.

Finalmente, las demandas de los estudiantes —especialmente aquellas relacionadas con la gratuidad— constituyen ganancias concretas que benefician a todas las familias con hijos en edad de estudiar”.

Además, siempre hay nuevos flujos de estudiantes que renuevan la fuerza del movimiento. En años recientes, dado el éxito político que tuvieron los líderes de 2011, las nuevas generaciones de dirigentes estudiantiles que legítimamente aspiran a carreras políticas buscan seguir el mismo camino que llevó a los anteriores al Congreso y a cargos de confianza en gobiernos de derecha e izquierda.

Finalmente, las demandas de los estudiantes —especialmente aquellas relacionadas con la gratuidad— constituyen ganancias concretas que benefician a todas las familias con hijos en edad de estudiar. Incluso padres y madres que no necesariamente estén de acuerdo con el principio de gratuidad miran con buenos ojos la posibilidad de ahorrarse el dinero que actualmente deben dedicar a financiar la educación de los hijos.

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