The Caribbean’s extreme vulnerability to climate change: A “life or death” matter

Climate change poses an uneven burden on the economy and future development of Small Island Developing States (SIDS) in the Caribbean. Unfortunately, not enough attention is brought to this “life or death” matter.

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[EnglishArticle]According to a recent report on the effects of Hurricane Dorian in The Bahamas, published by the Inter-American Development Bank (IDB), the United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), and the Pan-American Health Organization (PAO), the total cost of the devastating hurricane that struck the Caribbean island this past September amount to $3.4 billion, equivalent to a quarter of the country’s GDP. 

The assessment of Dorian’s effects, coordinated by the three multilateral bodies, draws particular attention to the exacerbated direct physical damage, revenue and income loss that Small Island Developing States (SIDS) such as The Bahamas suffer from during and after an extreme weather event hits their territories. But most importantly, the report sheds light on how an isolated weather event such as Dorian, will affect the island’s long-term reconstruction, recovery and the economy overall. When compared to other coastal locations across the world, the devastating cost to the economy and human well-being of the Caribbean SIDS is too hard to miss. But unfortunately, not enough attention is brought to the particular vulnerability of the Caribbean to extreme weather events as a result of climate change and rising global temperatures. 

In 2017 alone, the Emergency Events Database (EM-DAT) recorded 367 natural disasters across the globe, including extreme weather events that affected nearly 96 million people at a total cost of $326 billion in economic loss worldwide. From the 367 disasters recorded in 2017, 101 occurred in the Americas—24 and 28 of these in the U.S. and the Caribbean respectively. 

Hurricane Dorian is just the latest example of how extreme weather events taking place year after year will only become more frequent and stronger as a result of climate change. Additionally, as noted by a recently released Global Americans Working Group paper on the Caribbean’s extreme vulnerability to the climate crisis, the economic costs and human loss as a consequence of inaction toward climate change will only increase, placing an uneven and unfair burden on the Caribbean, with recovery costs exceeding the size of their own economies. 

This added to the exposure to cumulative recovery costs, natural disasters take a large toll on the Caribbean’s future economic growth and development opportunities. Meaning that for SIDS that have “survived” extreme weather events—such as Puerto Rico (Hurricane Maria and Irma), Haiti (Hurricane Matthew and Irma), and more recently The Bahamas—it can take years or even decades to recover from a single natural event, straining their already limited budgets to primarily attend their affected communities, withdrawing resources from other development projects or departments. 

Many Caribbean islands also have significant amounts of international debt that place them at a further disadvantage to act against climate change. As noted by the Hurricane Dorian cost assessment report, this is of particular concern for The Bahamas, a country not eligible to receive official development assistance (ODA) and where government debt, for example, doubled from 32 percent of GDP in 2007 to 65 percent of GDP in 2014.  For Caribbean SIDS, even considering incorporating protective and adaptation to climate change measures and programs in their yearly budgets is simply impossible without the cooperation of the international community. 

In simple words, the Caribbean is the most vulnerable region to climate change in the Western Hemisphere, and if significant steps are not taken to address climate change today, we face a very real possibility of witnessing entire Caribbean islands, and coastal communities in the U.S. and other nations, eroding and even disappearing before our eyes. 

It is a fact that we can’t prevent natural disasters from happening, but we can avoid the rippling effects of climate change and extreme weather events by placing particular attention to and taking action in our own Hemisphere’s coastal communities, starting with the Caribbean. The Caribbean region is a strategic and economically viable starting point for state, civil and private actors to mobilize against the trickle-down effects of climate change, and along the way adopt lessons applicable and scalable to other coastal communities in the Americas, so that in the long-term, we produce a more secure and prosperous hemisphere. 

To learn more about the Caribbean’s particular vulnerability to climate change and how to take urgent and collective action, read the recommendations on this and other pressing issues affecting the Americas outlined by the Global Americans’ High Level Working Group on inter-American Relations and Bipartisanship.

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Un informe reciente sobre los efectos del huracán Dorian en las Bahamas, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud ( PAO), calcula en $3,400 millones de dólares el costo total del devastador huracán que azotó la isla caribeña en septiembre pasado, equivalente a un cuarto del PIB del país.

La evaluación coordinada por los tres organismos presta especial atención al daño físico acumulado y los ingresos perdidos que sufren los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID)—como Las Bahamas—durante y después de un evento climático extremo. Pero más importante aún, el informe también arroja luz sobre cómo un evento aislado como Dorian afectará los esfuerzos de reconstrucción de la isla, así como el crecimiento económico a largo plazo. En comparación con otras comunidades costeras en todo el mundo, el costo para la economía y el bienestar de los PEID del Caribe es demasiado alto como para no colocar este asunto como una prioridad a nivel regional. Pero desafortunadamente, no se presta suficiente atención a la extrema vulnerabilidad del Caribe ante el climático y el aumento de las temperatura a nivel global.

En 2017, la base de datos de desastres conocida como EM-DAT registró 367 desastres naturales en todo el mundo, incluidos eventos climáticos extremos que afectaron a casi 96 millones de personas y que acumularon $326 mil millones de dólares en pérdidas económicas. De los 367 desastres registrados en 2017, 101 ocurrieron en las Américas, 24 y 28 de estos en los Estados Unidos y el Caribe respectivamente.

El huracán Dorian es tan solo el último ejemplo de cómo los fenómenos meteorológicos solo se volverán más frecuentes e intensos cada año como resultado del cambio climático. Además, como se señaló en un documento publicado por el think-tank Global Americans sobre la extrema vulnerabilidad del Caribe a la crisis climática, los costos económicos y la pérdida humana como consecuencia de la inacción contra el cambio climático, solo aumentarán para la región Caribeña, colocando una carga desigual e injusta sobre los PEID que tendrán que enfrentar costos de recuperación y reconstrucción post-desastre que exceden el tamaño de sus propias economías.

Sumado a lo anterior, los desastres naturales representan un obstáculo al desarrollo y crecimiento económico del Caribe a futuro. Es decir, a los PEID que han logrado “sobrevivir” a fenómenos meteorológicos extremos—como Puerto Rico (huracán María e Irma), Haití (huracán Matthew e Irma) y, más recientemente, Bahamas—les puede llevar años o incluso décadas recuperarse de un solo episodio, drenando su presupuestos, de por sí ya limitados, para atender a las comunidades afectadas y viéndose forzados a retirar recursos de otros proyectos e iniciativas de desarrollo.

Asimismo, las islas del Caribe también tienen cantidades significativas de deuda internacional que les impide obtener mayores recursos provenientes de organismos internacionales, una desventaja adicional para actuar contra el cambio climático. Tal como se señala en el informe de evaluación de costos del huracán Dorian, esto es de particular preocupación para las Bahamas, un país que no es elegible para recibir asistencia oficial para el desarrollo (AOD)—la deuda pública de la isla se duplicó del 32% del PIB en 2007 al 65% del PIB en 2014. Por otro lado, para los PEID del Caribe, el incorporar medidas y programas de prevención y adaptación al cambio climático en sus presupuestos anuales es simplemente imposible sin la cooperación de la comunidad internacional.

En pocas palabras, el Caribe es la región más vulnerable al cambio climático en las Américas, y si no se toman medidas significativas para abordar el cambio climático en la región, enfrentamos una posibilidad muy real de presenciar islas enteras y comunidades costeras no solo en el Caribe, sino en los Estados Unidos y otras naciones, erosionarse e incluso desaparecer ante nuestros ojos.

Es un hecho que no podemos evitar que ocurran desastres naturales, pero podemos evitar los efectos del cambio climático, comenzando con prestar especial atención y tomando medidas urgentes en las comunidades costeras de nuestro propio hemisferio, comenzando por el Caribe. La región del Caribe es un punto de partida estratégico y económicamente viable para que actores clave a nivel estatal, de la sociedad civil y el sector privado, se movilicen contra los efectos del cambio climático, y a su vez adopten lecciones replicables y escalables en otras comunidades costeras de las Américas. 

Para obtener más información sobre la vulnerabilidad particular del Caribe al cambio climático y cómo tomar medidas urgentes y colectivas, lea las recomendaciones sobre este y otros asuntos urgentes que afectan a las Américas, sugeridas por el Grupo de Trabajo de Alto Nivel de Global Americans sobre Relaciones Interamericanas y Bipartidismo. [/SpanishArticle]

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