[EnglishArticle]As recently as January 2019, very few analysts and diplomats based in Caracas would have foreseen the rise of deputy Juan Guaidó as a key figure in a democratic transition in Venezuela. More importantly, before January there was skepticism about the possibility of any democratic change in the country.
In a matter of weeks, a series of elements have combined in Venezuela, each of which alone could not trigger a political and institutional transformation, but which together may end up putting an end to the Maduro regime and 20 years of destructive chavismo.
Coming together at once are the un-recognition of Nicolás Maduro as president (he’s been declared illegitimate by five dozen Western countries), the worsening of the economic crisis and its enormous social consequences for Venezuelan citizens, the rise of Guaidó, and the return of large-scale citizen mobilizations.
Guaidó is the antithesis of the central figures of chavismo. He’s not a grandiloquent speaker, instead focusing on the day-to-day issues facing the Venezuelan people, and he has successfully established a sort of mantra with three objectives that must be pursued with urgency: the cessation of an illegitimate regime, a transitional government and free elections. In addition, he continues to call for the Maduro regime to allow for the entry of humanitarian aid.
His actions are full of symbolism: the use of the national flag (the original, which has seven stars, not the Chávez eight-starred version), the recovery of the national anthem (it’s typically played with Chávez’s voice), and his deliberate appearances in public with his wife and daughter. All this feeds a new narrative that is consolidating the figure of Guaidó as a real potential leader with the capacity to unleash a democratic transition in Venezuela.
And although Guaidó was not the first name mentioned as a potential leader of the transition as recently as December, he has still rapidly emerged as a legitimate leader of the democratic struggle.
The President of the National Assembly—the only legitimate, democratically elected power in the country—is neither a loner nor a novice. Guaidó is part of the generation of student leaders who staged massive mobilizations in 2007. After graduating from the Andrés Bello Catholic University, Guaidó lived like his peers through the successes of civic mobilization, the failures of the democratic struggles after the back-to-back defeats of Henrique Capriles (2012 and 2013), and the arid period of politics in an autocratic society that has been torn apart by an economic and humanitarian crisis.
Today, Guaidó is the face of a generation of young Venezuelans, many of them university students, who have lived most of their lives under chavismo yet have been faithful to the democratic struggle, maintaining hope even in the darkest periods. They are young people trained not only at the university, but also through their own political actions. For years they’ve demonstrated a clear dedication to public service.
At the forefront of this movement is Guaidó. He’s joined by figures like Freddy Guevara (who is in exile at the Chilean embassy in Caracas for more than a year after the illegal revocation of his immunity as a deputy), Juan Requesens (who has been arbitrarily detained by the political police for the last six months despite the fact that he is also a deputy) and David Smolansky (the former mayor of El Hatillo, who is in exile in the United States to avoid imprisonment).
The list goes on. I name these three because their current situations are emblematic. Many others from the generation of 2007 protestors are also prominent figures on the front line of the democratic struggle in 2019.
The eventual democratic transition in Venezuela will not only represent a great change away from chavismo, it will also mark a profound shift in the Venezuelan political class.
With the emergence of Guaidó as the main face of the opposition, there are also the faces of many young democrats who are at the forefront of organizing citizen mobilizations, coordinating the delivery of humanitarian aid, and developing social media campaigns despite their censure in state news media, radio and television.
If the disparate elements mentioned at the beginning of this piece continue to combine over the next months, the Guaidó generation will take the reins of the transition toward a democratic Venezuela.
Andrés Cañizález is a Venezuelan political scientist and journalist. He is based in Caracas.
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Antes del mes de enero de 2019, difícilmente algún analista o diplomático asentado en Caracas habría visualizado al diputado Juan Guaidó como figura clave de una transición democrática en Venezuela. Es más, antes de enero reinaba el escepticismo sobre las posibilidades de un cambio político en este país.
En cuestión de semanas se han combinado en Venezuela una serie de elementos, que cada uno por sí solo no podría desencadenar una transformación política e institucional, pero que al actuar en sinergia posiblemente terminen poniendo punto final al régimen de Nicolás Maduro, acabando con 20 años del poder omnívoro del chavismo.
Hoy se conjugan el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente—al considerársele un mandatario ilegitimo por cinco decenas de países occidentales—, la agudización de la crisis económica y sus enormes secuelas sociales entre los venezolanos, el empoderamiento de Guaidó y el regreso de grandes movilizaciones ciudadanas.
Guaidó es la antítesis de las figuras del chavismo. No tiene un discurso grandilocuente, se enfoca en problemas específicos de la población, y de forma exitosa ha establecido una suerte de mantra con los tres objetivos que se deben perseguir en este momento: el cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Asimismo, en cada oportunidad hace un llamado al ingreso de ayuda humanitaria con fechas específicas para su recepción.
En la mayoría de los actos hay una carga de simbolismo: uso de la bandera nacional (la original con siete estrellas, Chávez le hizo agregar una), recuperación del himno nacional (estaba cooptado y usado con la voz de Chávez en los actos públicos), así como la forma de presentarse de Guaidó con su esposa e hija. Todo ello alimenta una nueva narrativa que va consolidándose como opción real de poder y con capacidad de desencadenar una transición democrática en Venezuela.
Aunque Guaidó no fuese el primer nombre que se mencionara como posible líder de la transición apenas en diciembre pasado, eso no debe confundirse y pensar que es un recién llegado a la lucha democrática.
El presidente de la Asamblea Nacional—el único poder legítimo, electo democráticamente, y válido para la comunidad internacional occidental—no es un solitario ni un novato. Guaidó forma parte de una generación de líderes estudiantiles que protagonizaron movilizaciones gigantescas en el año 2007. Egresado de la Universidad Católica Andrés Bello, Guaidó vivió como otros no sólo los éxitos en términos de movilización ciudadana, sino también los años duros de lo que se entendió fue el fracaso de la lucha democrática tras las dos derrotas de Henrique Capriles (2012 y 2013), así como el período árido de hacer política en una sociedad que se iba despedazando por la propia crisis humanitaria.
Guaidó es el rostro hoy de una generación de jóvenes venezolanos, todos ellos universitarios, que han vivido la mayor parte de sus vidas bajo el chavismo, que han sido fieles a la lucha democrática y que mantuvieron la esperanza aún en medio de períodos de escepticismo y desconfianza. Son jóvenes formados no sólo en la universidad, sino en la propia acción política y que han demostrado una clara vocación de servicio público.
Guaidó está al frente, pero en esa generación están figuras como Freddy Guevara (huésped en la embajada de Chile por más de un año tras perder de forma ilegal su inmunidad de diputado), Juan Requesens (con medio año de detención arbitraria por parte de la policía política pese a ser diputado) o David Smolansky (exalcalde de El Hatillo exiliado para evitar ser encarcelado).
He nombrado sólo a estos tres por ser casos emblemáticos, pero de esa generación del 2007 hay muchos otros actores en la primera línea de la lucha democrática en este 2019.
La transición democrática en Venezuela no sólo representará un gran cambio para dejar atrás al chavismo. También significará una mutación de primer orden en las filas democráticas.
Con la irrupción de Guaidó como rostro principal, irrumpen también otros tantos rostros de jóvenes demócratas que están al frente de las movilizaciones ciudadanas, de las acciones logísticas con la ayuda humanitaria, de las estrategias de comunicación en redes sociales ya que siguen vetados en los medios tradicionales de radio y televisión.
Si finalmente la conjugación de elementos que mencionamos al inicio logra su objetivo y se desencadenan cambios en Venezuela, tendremos a la generación Guaidó llevando las riendas de la transición.
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