The USMCA and its new anti-corruption provisions

Chapter 27 of the new free trade agreement between Canada, the U.S. and Mexico is a step in the right direction against the scourge of corruption plaguing the Americas.

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[EnglishArticle]On Wednesday, during the 2018 Fortune Global Forum in Toronto, former U.S. Treasury Secretary Lawrence Summers referred to the recently negotiated United States-Mexico-Canada Agreement (USMCA) as the same thing as the old NAFTA with no important differences between the two agreements apart from the tension that surrounded the renegotiation process.

For Summers, the revamped trilateral free trade agreement achieves nothing but small gains for the United States—among them the improvement of conditions in areas like pharmaceuticals and dairy products.  But those, he says, came at a high cost: the alienation of U.S. allies Canada and Mexico.

Summers is right to point out there was too much drama between the three parties during negotiations, and the aftermath of that drama is unlikely to fade anytime soon. As Secretary of State Mike Pompeo heads down to Mexico for a two-day visit where he will “likely commend the Mexican team for the very exciting conclusion of the USMCA,” we once again woke up to a series of tweets from President Donald Trump threatening to send the military to the U.S. southern border if Mexico, along with Guatemala, Honduras and El Salvador, fails to stop the caravan of nearly 4,000 migrants making their way to the U.S. from Honduras.

But there are some notable changes in the new agreement, notwithstanding the overheated and abrasive rhetoric from the Tweeter-in-Chief.  One chapter which will benefit all three parties alike is Chapter 27, dedicated to anti-corruption. The chapter is almost an exact transcript of Chapter 26 of the Trans Pacific Partnership (TPP) which President Trump withdrew the U.S. from in January 2017, and which the 11 other members rechristened and signed as the Comprehensive and Progressive Agreement for Trans-Pacific Partnership (CPTPP). Still, in matters of corruption and bribery, any effort that integrates anti-corruption commitments into a free trade agreements is a welcome development, not to mention a timely one as the waves of Brazil’s Odebrecht scandal ripple through the hemisphere.

Chapter 27’s main purpose is to “prevent and combat bribery and corruption in international trade and investment.” The novelty of dedicating a full chapter to reinforce the trilateral commitment to combat corruption is a victory in itself, but the key element of including preventive measures can really make a difference to translate paper into law and into action. This is especially true in Mexico, where significant gaps in implementing anti-corruption regulation remain.

Chapter 27 contains two key measures on corruption. First, it recognizes that much of the problem is rooted in corrupt governments. In other words, we need to clean our house first. How? Through a series of measures—including government training of individuals for public positions vulnerable to corruption—to “promote integrity, honesty and responsibility among its public officials”.

Second, the text recognizes that it takes two (or maybe three or more) to tango. For the first time, a trade agreement acknowledges the role of the private sector, civil society, non-governmental organizations and community-based organizations in the “prevention of and the fight against corruption”—and in the case of the private sector their potential complicity. In Mexico, nongovernmental organizations and civil society groups have stepped up and taken matters into their own hands to address the structural causes of corruption and ways to prevent, combat and sanction corrupt practices. One particular example that is worth noting is the creation of the National Anti-Corruption System (NAS), which finally passed through Mexican Congress because of the efforts of a coalition of civil society groups, academics and activists. The USMCA can help elevate the platform of these groups and give them legitimacy as they continue to raise awareness and audit the government and companies alike. Most important, it may lead to further initiatives in the vein of NAS, which, due to lack of political will, has yet to be fully implemented.

Chapter 27 of the renegotiated USMCA is without a doubt a step in the right direction. It strengthens cooperation and coordination of best practices between the three parties. The biggest obstacle to it functioning properly is, of course, political will. That will start with the approval and implementation of the final version of the USMCA. But once in place, Chapter 27 includes a provision (Article 27.8) where any party can call for international consultation if it observes that another country is not complying with their agreed obligations. No one is claiming that the USMCA will save the Americas from the scourge of corruption that stretches from Washington, DC to Buenos Aires, but Chapter 27 is a powerful step forward in addressing one of the most complex challenges in our hemisphere. And it wasn’t in the original NAFTA. [/EnglishArticle][SpanishArticle]

Durante el Fortune Global Forum de 2018 que se llevó a cabo en Toronto esta semana, el ex Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Lawrence Summers, tildó al recientemente negociado Tratado Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) como una versión del viejo TLCAN sin diferencias importantes entre los dos acuerdos, salvo la tensión que rodeó el proceso de negociación.

Para Summers, el renovado tratado trilateral no logra más que pequeñas ganancias para los Estados Unidos, entre ellas la mejora de condiciones comerciales en áreas como los productos farmacéuticos y los productos lácteos. Pero esas pequeñas ganancias, dice Summers, fueron logradas a cambio de un altísimo costo: un distanciamiento con los aliados de Estados Unidos, Canadá y México.

Summers tiene razón al señalar que hubo demasiado drama entre las tres partes durante las negociaciones, y es poco probable la novela concluya pronto. Mientras el secretario de estado Mike Pompeo se dirige a México para una visita donde “probablemente elogiará al equipo mexicano por la emocionante conclusión de la USMCA”, una vez más nos despertamos con una serie de tweets del Presidente Donald Trump amenazando con enviar al ejército a la frontera sur de los Estados Unidos si México, junto con Guatemala, Honduras y El Salvador, no logra detener la caravana de casi 4,000 migrantes que se dirigen a los Estados Unidos desde Honduras.

Pero dejando de lado la sobrecalentada y abrasiva retórica del Tweeter-in-Chief, en realidad si hay algunos cambios notables en el nuevo acuerdo. Un capítulo que beneficiará a las tres partes por igual es el Capítulo 27 dedicado a la lucha contra la corrupción. El capítulo es casi una transcripción exacta del Capítulo 26 del  Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) del cual Estados Unidos se retiró en enero del 2017, y que los otros 11 miembros volvieron a firmar bajo el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP). Sin embargo, en materia de corrupción y soborno, cualquier esfuerzo que integre los compromisos multilaterales de lucha contra la corrupción en un acuerdo de libre comercio es un avance positivo, por no mencionar uno oportuno, ya que las olas del escándalo de Odebrecht en Brasil se extienden por todo el hemisferio.

El propósito principal del Capítulo 27 es “prevenir y combatir el soborno y la corrupción en el comercio internacional y la inversión”. La novedad de dedicar un capítulo completo para reforzar el compromiso trilateral de combatir la corrupción es una victoria en sí misma, pero el incluir medidas preventivas como elemento clave en el combate a la corrupción realmente puede marcar una diferencia para pasar del papel a la ley y a la acción. Esto es especialmente cierto en México, donde siguen existiendo importantes brechas en la implementación de la regulación anticorrupción.

En este sentido, el capítulo 27 contiene dos medidas significativas. Primero, reconoce que gran parte del problema está arraigado en gobiernos corruptos. En otras palabras, primero tenemos que limpiar nuestra casa. ¿Cómo? A través de una serie de acciones puntuales, incluida la capacitación de servidores públicos que ocuparán cargos vulnerables a la corrupción, esto para “promover la integridad, la honestidad y la responsabilidad entre sus funcionarios públicos”.

Segundo, el texto reconoce que se necesitan dos (o en este caso tres o más) para bailar un tango. Por primera vez, un acuerdo comercial reconoce el papel del sector privado, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias en la “prevención y la lucha contra la corrupción”, y en el caso la potencial complicidad del sector privado, para evitar la propagación de la corrupción. En México, las organizaciones no gubernamentales y los grupos de la sociedad civil han tomado cartas en el asunto y abordado las causas estructurales de la corrupción y las formas de prevenir, combatir y sancionar las prácticas corruptas. Un ejemplo particular que vale la pena mencionar es la creación del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), que finalmente se aprobó en 2015 gracias a los esfuerzos de una coalición de grupos de la sociedad civil, académicos y activistas. El USMCA (o como queramos llamarlo en español) puede ayudar a darle una mayor legitimidad y voz a estos grupos a medida que continúan creando conciencia y auditando al gobierno y a las empresas por igual. Lo más importante es que puede llevar a aprobar nuevas iniciativas en la misma línea del SNA, ya que debido a la falta de voluntad política, el sistema aún no se ha implementado en su totalidad.

El capítulo 27 del USMCA es sin duda un paso en la dirección correcta. Fortalece la cooperación y la coordinación de mejores prácticas entre las tres partes. El mayor obstáculo para que funcione correctamente es, por supuesto, la voluntad política. Esto comenzará con la aprobación e implementación de la versión final del acuerdo. Pero una vez que eso suceda, el Capítulo 27 incluye una disposición donde cualquier parte puede llamar a sus contrapartes a consulta internacional (Artículo 27.8) si observa que otro país no está cumpliendo con las obligaciones asumidas.

El USMCA por si solo no salvará a las Américas del flagelo de la corrupción que se extiende desde Washington, DC a Buenos Aires (y quizás incluso desde Ottawa), pero el Capítulo 27 es un gran paso para abordar uno de los desafíos más complejos de nuestro hemisferio y que no estaba incluido en el TLCAN original.

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