Aislado es posiblemente la definición que le calza mejor a Jair Bolsonaro en este momento. Su declive en las encuestas, su pugna permanente con los otros poderes públicos, junto a su estrategia de polarizar la discusión pública, todo esto aviva las críticas que recaen sobre el presidente brasileño.
Por si fuese poco, fuera de Brasil también genera críticas —según reflejan sondeos— y advertencias incluso de EEUU. Su reelección en 2022 no termina de estar clara y su respuesta es una campaña de fake news, como se le cataloga en Brasil, dado que el presidente emite mensajes a diario denunciando un fraude electoral, en 2018, del cual no ha presentado prueba alguna.
Mientras Bolsonaro se pelea con unos y otros, su base de respaldo parece estar en las Fuerzas Armadas, o es tal vez la imagen que el jefe de Estado y una parte de la cúpula castrense quieren mostrar. Este 10 de agosto, por iniciativa de Bolsonaro y de su ministro de Defensa, Walter Souza Braga Netto, tuvo lugar un atípico desfile militar en Brasilia, pasando frente a los poderes públicos (Presidencia, Supremo Tribunal y Congreso).
De acuerdo con analistas, Braga Netto es el artífice del cada vez más notorio cariz militar que tiene el Gobierno de Bolsonaro. El mandatario es un capitán retirado que de forma sorpresiva se hizo del poder en 2018, en medio del hartazgo ciudadano por los casos de corrupción que envolvían al Partido de los Trabajadores (PT), la agrupación fundada y liderada por el dos veces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien aspira enfrentarse a Bolsonaro en los comicios de 2022.
Este martes tuvo lugar este acto organizado para que integrantes de las Fuerzas Armadas le entregaran una invitación al presidente para un ejercicio militar que ocurre anualmente desde 1988 a unos 80 kilómetros de Brasilia.
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