Venezuela, memoria y justicia

No debería sorprendernos ver hoy al país caribeño en llamas

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La crisis política y social que atraviesa Venezuela es, en gran medida, el resultado de años de un silencio cómplice. Gobiernos, partidos políticos y líderes a nivel internacional han preferido el silencio o incluso la defensa de un régimen que hace años corrompe las instituciones democráticas.

Hace pocas semanas, el Plenario Nacional del Frente Amplio resolvió emitir una declaración unánime sobre Venezuela. En la misma, realiza “un llamado al conjunto de instituciones internacionales a respetar el derecho internacional y la soberanía de Venezuela, y a no fomentar intentos de desestabilización ni promover actos de injerencia”. Ni un solo punto de esta declaración recuerda que hoy las calles de Venezuela están teñidas de sangre, gases lacrimógenos y gritos ya afónicos pidiendo libertad para los presos políticos y democracia para el país. Tampoco exige que Nicolás Maduro permita al pueblo manifestarse libremente.

En esta última ola de protestas que comenzó hace aproximadamente dos meses, ya son más de 3.000 las personas arrestadas y esperando ser “juzgadas”, en muchos casos, por tribunales militares. Mientras escribo, ya llegan a 72 los muertos en estas manifestaciones. La edad promedio de los caídos es de 27 años. A medida que pasen los días, si esto no se frena, seguramente el número de muertos seguirá creciendo. Estamos hablando de jóvenes peleando contra militares y grupos civiles armados que Maduro piensa seguir organizando y entrenando “para defender la independencia de la patria” tal como señaló en un acto militar en el que también prometió “un fusil para cada miliciano”.

En realidad, no debería sorprendernos ver hoy a Venezuela en llamas. Estamos hablando de un régimen que lleva casi 20 años en el poder y que en los últimos años se ha radicalizado al extremo de sentirse el dueño del país. Hoy el régimen de Maduro ya tiene encarcelado a más de 300 presos políticos, según datos del Foro Penal Venezolano. Estamos hablando de un gobierno que en medio de una crisis humanitaria prohibió el ingreso de medicamentos y alimentos de la comunidad internacional por considerarlo una “injerencia del imperio”. ¿Cómo no esperar que esto iba camino al caos social?

Lo cierto es que hoy, Maduro parece estar cada vez más arrinconado. Y aunque deban pasar algunos años, llegará el momento de que los defensores internacionales de este régimen, deban explicarle al mundo por qué lo hicieron. La necesidad de rendir cuentas se debe a razones históricas.

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