El Presidente Sebastián Piñera tiene todo el derecho de ir a Venezuela y arriesgar su capital político para lograr una transición a la democracia en ese país. Pero el gobierno no puede exigirle a la oposición que cierre filas detrás de la estrategia política de La Moneda. Aunque corresponde que toda la clase política hable con una sola voz cuando se trata de defender los intereses de Chile en la arena internacional, el debate sobre la necesidad de un cambio de régimen en Venezuela es mucho más un asunto de política interna que una cuestión de política exterior.
Piñera ha optado por tomar un rol protagónico en el esfuerzo de muchas democracias del mundo por lograr el restablecimiento del orden democrático en Venezuela. Su viaje a Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, refleja la prioridad que ha dado a promover un cambio de régimen en ese país. Las razones del gobierno, como siempre ocurre, incluyen cuestiones de principios y una cuota de oportunismo. Un gobierno democráticamente electo debiese demostrar un compromiso con promover la democracia en la medida de lo posible. Pero un gobierno que está compuesto por fuerzas que hasta hace poco revindicaban a la dictadura militar chilena —y algunos de sus miembros todavía relativizan el negativo legado de la dictadura— también ha demostrado oportunismo al aprovechar la ocasión de ponerse del lado de los defensores de la democracia y cuestionar la supuesta superioridad moral de la izquierda. Después de haber luchado para recuperar la democracia, la izquierda chilena siempre recurre a ello para fustigar a la derecha, que apoyó a la dictadura. Por eso, ahora que una parte considerable de la izquierda ha sido débil en su denuncia al quiebre democrático que ha ocurrido en la Venezuela de Maduro, el gobierno de Piñera ha sido especialmente jugado en promover el restablecimiento del orden democrático en ese país.
La movida es arriesgada. Piñera ha puesto fichas —y reputación— en una campaña que él no controla. Hay muchas cosas que pueden salir mal en este esfuerzo por lograr un cambio de régimen en Venezuela. Piñera depende de que el gobierno de Trump haga las cosas bien. Nadie quiere que se desate la violencia, que haya una confrontación armada o invasión militar estadounidense. Si las cosas se salen de control, la crisis humanitaria y política que se puede producir será peor que la ya compleja situación actual. Por otro lado, el esfuerzo por lograr que Venezuela avance hacia una democracia podría fracasar. Si Maduro logra aferrarse al poder, Venezuela irá por el camino de Cuba, Irán o Siria, en el sentido de que las sanciones económicas producirán un efecto tan negativo en la economía que habrá mucha más presión para que el éxodo de venezolanos siga aumentando.
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