Con Cristina, Argentina se aisló del mundo. Con Macri cambiamos: volvimos a Occidente y peleamos por la Secretaría General de las Naciones Unidas. Ese es el discurso del Gobierno.
El mundo se nos cae encima. Estados Unidos perpetra el unilateralismo mientras Europa se desintegra. Hay que construir alianzas con las potencias emergentes para asegurar la inserción argentina en el mundo que viene.
Ése era el discurso del gobierno anterior.
Lo irónico es que ambos son parcialmente ciertos. Argentina se había alejado de un Occidente del que todavía depende, sea para emigrar o para importar tecnología. Pero Occidente da señales de desagregación y China cada vez nos compra más. ¿Cuál será la estrategia correcta, confiar en el reequilibrio del orden mundial o jugarse a la emergencia de un nuevo orden?
Sugerimos que ninguna. O, mejor dicho, las dos. Cuando las chances son parejas o desconocidas, lo recomendable es cubrirse: diversificar las apuestas, no poner todos los huevos en la misma canasta. En otros momentos de la historia apostamos todo a un pleno y terminamos en la vía.
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