[EnglishArticle]After almost a quarter of a century of negotiations, and in the midst of a worldwide protectionist wave, the Mercosur countries (Argentina, Brazil, Paraguay, and Uruguay) and the European Union (EU) once again appear close to signing a trade agreement. There have been times before this, though, when everything appeared on track only to have the final negotiations go off the rails. But unlike previous occasions, this time there are some reasons for the parties to accelerate the negotiations to conclude an agreement soon: namely, the presidential elections in Argentina and Uruguay in October 2019 and the arrival of new EU commissioners.
Argentina’s electoral outcome is particularly uncertain, and the possible return of a Kirchnerista government would likely make a trade agreement with the EU a lower priority. In Uruguay, opposition leaders have not been very positive about the benefits of closing this agreement any time soon.
The EU-Mercosur trade agreement is today one of the longest active negotiations between two of the world’s most important customs unions. Not only would an agreement between the two blocs be significant in terms of commercial and geopolitical weight, a signed, ratified deal would also end some of the longest running trade talks in history. Having started, in the mid-1990s, with an interruption in 2004 due to a disagreement on the goods and services, negotiations have dragged on for a quarter century. During the course of that time, the EU passed trade agreements with Chile and Mexico and continued pursuing others.
Despite the tension generated by Brexit, it is difficult to imagine that the EU’s standing on the agreement has changed much in recent months. If there’s been any shift toward concluding the agreement, all indicators point to the South American side.
In any case, despite a potential trade backlash and a post-Brexit fallout, the two regional blocs must work for a complete agreement, including not only goods and services but more open processes for public procurement. Otherwise, a partial agreement could unleash even more uncertainties than those that are already existing in the European continent. Cecilia Malmström, the EU’s commissioner for trade policy, recently declared that until the agreement is fully finalized, it will not be finished “at any price; many people are watching carefully.”
News of any progress toward the conclusion will be focused on the European Summit on June 20 and 21 in Brussels, or during the G20 summit which will be held on June 28 and 29 in Osaka.
On the South American side, although the negotiation process was communicated to stakeholders and industrial sectors in advance, the political debate on the issue is still weak. Among Mercosur countries there is no political consensus on the benefits of this agreement for the region, triggering potential risks and faults in the future. If the agreement is closed soon, the rush in negotiations might appear motivated more by politics and the political calendar or an effort to counter strong protectionist trends globally, rather than by economic benefits. If each party fails to reach a national consensus, the agreement, even if completed, risks not being ratified by the legislative branches of each country.
In commercial terms, at every negotiation session, Mercosur’s main interests have been to achieve greater access of their agricultural products (meat, cereals and dairy products) to the European market, as well as to convince the EU to reduce domestic agricultural subsidies. On the part of the EU, the bloc is pushing to increase exports of their agricultural and manufactured products, especially a better access for its auto and dairy products. The EU is also interested in European companies being able to participate freely in public procurement tenders.
In short, beyond the very possible conclusion of this agreement, the complexity in achieving an agreement among such diverse members with a positive outcome for all parties is still a challenging task. If an agreement materializes in the next few days, we will have learned the hard way that these balances are possible to find, even if it takes almost a quarter of a century to reach them. However, this story won’t end with the conclusion of the negotiation. It has to be ratified by the EU parliament and each legislative branch of Mercosur countries. And that’s where the real challenge may come.
Nicolás Albertoni is the head researcher of the Trade Policy Project with The Security and Political Economy (SPEC) Lab at the University of Southern California, where he is pursuing a PhD in political science and international relations at the University of Southern California.
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Tras casi un cuarto de siglo de negociación y en medio de una ola proteccionista global, los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la Unión Europea (UE) están una vez más cerca de cerrar un acuerdo comercial. Habiendo varias instancias en que todo parecía concluirse, el acuerdo nunca se concretó. En esta oportunidad, a diferencia de las anteriores, se juntan algunas variables que indican que ambas partes podrían acelerar las negociaciones para concluir un acuerdo pronto: las elecciones presidenciales en Argentina y Uruguay en octubre y la llegada de nuevos comisionados a Europa.
Argentina particularmente tendrá una elección incierta, aunque cabe la posibilidad de la vuelta de un gobierno kirchnerista que dejaría casi en el olvido un acuerdo con la Unión Europea. Por otro lado, en Uruguay, líderes de la oposición no han mostrado una postura muy positiva a los resultados que se podrían alcanzar de cerrarse este acuerdo pronto.
Este acuerdo es hoy una de las negociaciones activas más longevas de la historia, entre dos de los bloques comerciales mas grandes. Un acuerdo entre los dos bloques no solo sería significativo en términos de peso comercial y geopolítico, sino que un acuerdo firmado y ratificado también pondría fin a algunas de las conversaciones comerciales más antiguas de la historia. Habiendo iniciado a mediados de la década de los 90, con una interrupción en el 2004 por diferencias en los bienes y servicios a liberalizar, la negociación cumple casi un cuarto de siglo. Durante el transcurso de ese tiempo, la UE concretó acuerdos con Chile y México, y sigue en procura de otros.
A pesar de la tensión generada tras el fenómeno Brexit, es difícil imaginar que la UE haya cambiado mucho su posición negociadora en los últimos meses. Si han surgido dudas acerca de concluir el acuerdo, todo indicaría que vienen del lado sudamericano.
De cualquier modo, pese a una reacción negativa o un escenario post-Brexit, los dos bloques comerciales deben lograr cerrar un acuerdo que contemple tanto bienes y servicios como procesos de contratación pública. De lo contrario, un acuerdo parcial podría desencadenar aun más incertidumbres que las que ya existen en el continente europeo. Cecilia Malmström, alta comisionado de la UE para la política comercial, recientemente expresó que, si bien se busca concluir el acuerdo, no será “a cualquier precio, ya que mucha gente está mirando con atención”.
Las noticias que puedan surgir sobre el posible cierre del acuerdo se darán en las reuniones de alto nivel en el marco de la reunión del Consejo Europeo el 20-21 de junio en Bruselas, y la Cumbre del G20 del 28-29 de junio en Osaka.
Por el lado sudamericano, si bien el proceso de negociación se fue comunicando a los sectores involucrados con anticipación, el debate político sobre el tema es aún débil. Entre los países del Mercosur no existe un consenso político sobre los beneficios de este acuerdo para la región, lo que desencadena riesgos y fallas potenciales a futuro. De cerrarse pronto el acuerdo, los objetivos parecerían estar más enfocados en el calendario electoral de la región o en contrarrestar las tendencias proteccionistas a nivel mundial, en lugar de perseguir un beneficio económico bilateral. Si cada parte involucrada no logra un consenso nacional, el acuerdo, incluso si se completa, corre el riesgo de no ser ratificado por los poderes legislativos de cada país.
En términos comerciales, cada vez que ambas partes se han sentado a negociar, el principal interés para el Mercosur ha sido lograr un mayor acceso de sus productos agrícolas (carne, cereales y lácteos) al mercado europeo, así como convencer a la UE de reducir los subsidios agrícolas internamente. De parte de la UE, las solicitudes también incluyen una mayor exportación de productos agrícolas e industrializados, principalmente un mayor acceso al mercado automotor y de productos lácteos en el Mercosur. La UE también está interesada en que las empresas europeas puedan participar libremente de las licitaciones de compras públicas.
En concreto, más allá de la posible conclusión de las negociaciones, la complejidad para lograr un acuerdo entre miembros tan diversos con un resultado positivo para todas las partes sigue siendo una tarea sumamente difícil. Si se materializa un acuerdo en los próximos días, habremos aprendido la difícil lección de que es posible alcanzar un balance, incluso si toma casi un cuarto de siglo hacerlo. Sin embargo, esta historia no terminará con la conclusión de las negociaciones. El acuerdo debe ser ratificado por el parlamento de la UE y cada rama legislativa de los países del Mercosur. He ahí el verdadero desafío a superar.
Nicolás Albertoni es el investigador principal del Proyecto de Política Comercial en el Laboratorio de Seguridad y Economía Política (SPEC) de la Universidad del Sur de California, donde cursa un doctorado en ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad del Sur de California. [/SpanishArticle]