Y ahora que falló el diálogo con la oposición ¿qué?

A 13 meses de iniciada esta administración, queda claro que La Moneda no tiene las habilidades negociadoras que se necesitan para lidiar con este Congreso hostil. Un cambio de gabinete siempre es doloroso, pero es mucho más caro no hacer nada y dejar que el ímpetu por las reformas se diluya.

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Le duró poco al gobierno el intento por generar un espacio de diálogo con la oposición. Después que el Presidente Piñera usó su bala de plata al liderar él mismo la frustrada negociación con los líderes de los partidos que controlan la mayoría en el Congreso, a La Moneda le quedan dos caminos para destrabar sus proyectos de reforma tributaria y de pensiones. La opción más mala es aceptar las condiciones que ha puesto la oposición -focalizando la reforma tributaria en aumentar la recaudación sin incluir rebajas impositivas.  La opción menos mala es asumir que el equipo político ya no va a poder construir puentes con la oposición, y realizar un cambio de gabinete que permita poner a la cabeza de las negociaciones a líderes de derecha que sean capaces de sacar adelante los acuerdos que este gobierno necesita.

A una semana de haberse iniciado el diálogo entre el Presidente Piñera con los líderes de los partidos, parece evidente que no hubo humo blanco. Lo que sabemos sobre las extensas conversaciones que se sostuvieron indica que hubo más recriminaciones mutuas que deseos de forjar acuerdos. Algunos, reclamaron que Piñera les había sacado en cara sus votaciones pasadas a favor del control de identidad preventivo cuando ellos habían votado a favor de aplicar esa medida a adultos, no menores. Otros, aprovecharon la ocasión para fustigar la evidente politización que ha dado el gobierno a cuestiones de política internacional para ganar puntos en la política doméstica.

Por su parte, La Moneda ha dejado entrever su descontento por la poca disposición a negociar de la oposición. Algunas de las peticiones que plantearon son una demanda de capitulación más que una oferta para empezar a negociar. Cuando la izquierda pide separar el componente de recaudación tributaria de las iniciativas de rebaja impositiva, queda claro que su objetivo es humillar al gobierno más que encontrar una solución que sea mutuamente conveniente.  La negociación implica que las dos partes involucradas ceden algo para encontrarse en algún punto intermedio del camino. Cuando la izquierda solo le pide al Ejecutivo que ceda y no está de acuerdo en hacer concesiones, es difícil generar dinámicas que lleven a un diálogo fructífero.

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