Es un mero ejercicio de política-ficción. Debo aclarar que no tengo ningún vínculo ni con este empresario ni con sus empresas. Tampoco recibí un encargo de una encuestadora. Estoy, como muchos otros venezolanos, pensando en cómo podría encontrarse política y democráticamente una salida a la crisis venezolana. Cualquier escenario que imagino requiere de líderes que tengan capacidad de amalgamar a los venezolanos en su descontento y presentarle a la sociedad un proyecto de cambio.
Tal como ocurrió hace casi dos décadas, la crisis del sistema abre oportunidades. Los actores políticos tradicionales (y en esta categoría caben tanto el PSUV como la MUD, en este momento) no tienen capacidad de darle respuestas a la sociedad en el anhelo de cambio. Esta situación de deterioro puede prolongarse, abrirle la puerta a otro mesías (como ocurrió en 1998) o sencillamente entenderse como una oportunidad para líderes de otros ámbitos incursionen en la vida política.
La incursión de empresarios en la carrera política presidencial es amplia. Donald Trump no es el mejor ejemplo de empresario, pero a fin de cuentas debe entenderse como el outsider ante el desgaste de las opciones tradicionales. Del mundo de los negocios han salido, entre otros, Mauricio Macri (actual presidente de Argentina), Sebastián Piñera (ex presidente de Chile) y Juan Manuel Santos (el jefe de Estado colombiano proviene de una de las familias empresariales de su país).
En Venezuela -en cambio- se ha entendido la incursión directa de los empresarios en la política como un tema tabú. Hasta ahora. Muchas cosas están cambiando en el imaginario político de los venezolanos, producto de esta crisis. Las encuestas recientes arrojan cambios importantes en la necesidad, por ejemplo, de que la economía no esté estatizada, de que haya sinergias entre empresariado y Estado, y lo más importante: una franja muy importante de venezolanos no le dan crédito ni al gobierno ni a los partidos de oposición actuales.
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