La expansión global del coronavirus ha traído consigo una medida preventiva radical, desconocida para la gran mayoría de seres humanos: estar confinados, en cuarentena. En Venezuela, sin embargo, ya vivíamos confinados, reducidos, limitados. El coronavirus solo ha agudizado aquello que ya era parte de nuestra cotidianidad.
Escribo desde mi propia vivencia. La de un profesional universitario, parte de una clase media atrincherada en su apartamento o casa, con muy pocas salidas. En su mayoría, reducidas a centros comerciales. Con una vida nocturna limitada a ver series en la televisión por suscripción, a reuniones con vecinos, familiares o amigos, dentro de otras casas.
Desde antes de la cuarentena, habíamos perdido el espacio público. Con pocas excepciones, en la gran mayoría de ciudades de Venezuela no hay aceras para caminar, plazas para recrearse o actividades públicas que nos permitan el disfrute del aire libre.
No todos estaban confinados, ciertamente, pero la gran mayoría de personas que conozco, de esta clase media profesional venezolana que se niega a morir, ya estaba en cuarentena, alejada de la vía pública o usándola únicamente para circular de un lugar seguro a otro.
Para leer más, visite El Estímulo.