Las normas se hacen para cumplirse. Si la elite política quiere redactar un nuevo contrato social que nos ha de regir por varias décadas, al menos debería demostrar que tiene la voluntad y la disciplina para respetar la hoja de ruta del proceso que ella misma dibujó. No se puede pretender construir una Constitución que busque ser la más legítima en la historia del país cambiando continuamente las reglas del juego del proceso.