Obama: el nuevo “Buen Vecino” visita la Argentina

Obama no ha desatendido la región, aunque puede ser que la prensa norteamericana no se ocupe de ella como a muchos nos gustaría.

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El presidente Barack Obama, en el último año de su doble período, ha recibido innumerables críticas de políticos del partido Republicano y de académicos y columnistas de la derecha norteamericana que lo acusan de ser un líder  débil, vacilante e incompetente, que ha llevado al país a un supuesto aislamiento y declinación mundial. En las Américas, sus críticos de la derecha lo increpan por la normalización de relaciones con Cuba sin que la dictadura castrista inicie una apertura democrática, por no oponerse con más fuerza al régimen chavista y por su supuesto desinterés y alejamiento de América Latina. Pero Obama no ha desatendido la región, aunque puede ser que la prensa norteamericana no se ocupe de ella como a muchos nos gustaría.

En realidad, la apertura a Cuba en 2014 fue parte de una estratégica política transformadora de la relación con las Américas.  En los últimos años  la  administración Obama ha desplegado lo que podría denominarse una nueva política del buen vecino con varias iniciativas de acercamiento y cooperación. Entre ellas la multimillonaria iniciativa del Triangulo Norte en Centro América (Guatemala, Honduras y El Salvador) y la Iniciativa de Seguridad Energética para el Caribe. Pero también ha continuado apuntalando económica y militarmente al Estado colombiano en su enfrentamiento con la guerrilla (las FARC) y ha apoyado el proceso de negociación por la paz, y ha elogiado los tratados de libre comercio con Colombia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú y República Dominicana. Con México sustenta una relación especial en la lucha contra el narcotráfico, al igual que con Perú. Su prohibición de visa y congelamiento de cuentas bancarias de responsables de violaciones al estado de derecho muestra su preocupación por la democracia .

Como otros presidentes de los últimos 25 años, Obama no ha exhibido la tentación intervencionista y hegemónica de antaño. Si bien ha aguantado agravios y anacrónicas diatribas anti-norteamericanas de Correa, Chávez/Maduro, Morales, Ortega y los Kirchners, a Obama no se le ocurriría gestionar un golpe de estado contra esos presidentes populistas. Más bien los ignora y los mira caer por su propio peso -y hasta valora sus políticas progresistas de inclusión social-. Es poco realista esperar que la potencia mundial  deje de interesarse en la región, aunque algunos  quisieran verla menos activa en ella. La geografía determina inevitablemente que continuará actuando geopolíticamente en la región, con mayor o menor liderazgo, para proteger sus intereses y valores, y por ello seguirá atenta y sospechosa de la reciente penetración de  China, Irán y Rusia.

A pesar de que la  visita de Obama a  Argentina podría percibirse como sólo simbólica, por encontrarse éste en el ocaso de su presidencia, no deja de ser un intento  genuino de ambos gobiernos de  (re) construir una relación de amistad y cooperación para sustituir a una de animosidad y tensión, predominante en la era de los Kirchners.  Estos, en su tozudez e impericia internacional, desde 2005 decidieron seguir al venezolano Hugo Chávez y su modelo popular-nacional y anti-norteamericano,  y jugarse a una dependencia financiera y económica-comercial con China.

El encuentro ofrece la oportunidad para que la dirigencia argentina actual deje claro que la  Argentina es un país donde predominan valores e intereses que están firmemente anclados en la tradición y cultura occidental. Que su dirigencia y sus ciudadanos prefieren y creen en la democracia y sus libertades,  los derechos humanos, la libertad de mercado y comercio, así como en un Estado eficaz y preocupado por la solidaridad, la equidad, la inclusión social y la prosperidad de todos. Es el momento para dejar claro, sin pretensiones falsas de pragmatismo, que sus aliados estratégicos se encuentran en Europa Occidental y en las Américas. Si bien China, Irán y Rusia pueden ser importantes socios comerciales, por la incompatibilidad con sus valores (básicamente anti-democráticos), no pueden ser los aliados estratégicos, como pretendió equivocadamente el gobierno kirchnerista.

La visita de Obama puede dejar un puente hacia una renovada relación de beneficio mutuo en temas como el desarrollo tecnológico para la economía del futuro, el gobierno  electrónico,  la seguridad cibernética (la nueva amenaza para EE.UU.), la lucha contra el narcotráfico, la no-proliferación nuclear, la colaboración política/financiera para terminar la deuda con los hold outs y garantizar nuevas inversiones, y la promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos.  Ese nuevo puente podrá consolidarse y fortalecerse en caso de un triunfo electoral de los Demócratas, pero podría no ocurrir lo mismo con un gobierno Republicano presidido por alguien de la derecha más recalcitrante, con tendencias nacionalista y aislacionistas. La cita en Buenos Aires puede ser también la ocasión para empezar a tejer unas relaciones diplomáticas marcadas por la moderación, madurez y estabilidad, que podría inclusive avanzar hacia  una relación estratégica sin oscilaciones bruscas. ¿Y qué de negativo tendría asociarse  estratégicamente  con  la potencia mundial con la mayor inversión extranjera en el país, y  que además comparte nuestros valores de libertad, democracia y  prosperidad  con equidad social? El nuevo buen vecino debería ser bienvenido por todos.

 

Rubén M. Perina es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad George Washington, EE.UU.

 

This post originally appeared at Clarin.com on March 17th.

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