Aunque para muchos la gran noticia del jueves fue el cambio de gabinete, la decisión de la ex Presidenta Michelle Bachelet de criticar al gobierno de Sebastián Piñera en dos frentes -“no creemos en bingos” y “he visto una economía debilucha”- probablemente vaya a tener más repercusiones de largo plazo que el primero de varios cambios de gabinete que inevitablemente tendrá este gobierno. La crítica de Bachelet representa un desafortunado -y por cierto inconsecuente- gesto de despedida antes de asumir un nuevo importante cargo en la ONU. Pero también es una tentadora trampa en la que el gobierno de Piñera no debiera caer. Los chilenos votaron por él en la segunda vuelta porque rechazaron lo que Bachelet hizo en cuatro años. El desafío del gobierno actual es construir un mejor país, no caer en el juego de si este o el gobierno anterior ha sido más malo.
Aunque la imagen que logró construir refleja la de una persona cercana que logró unir al país, la Presidenta Bachelet también tiene un historial de declaraciones desafortunadas y de objetables silencios. Algunas de ellas, además, son basadas en mentiras. Declarar, por ejemplo, que la economía está “debilucha” raya en lo ofensivo. Efectivamente la economía aparece más débil de lo que se esperaba con el retorno de Piñera al poder. En buena parte esto se debe a las altas expectativas que había generado el propio gobierno de Chile Vamos. Pero Bachelet es la persona menos indicada para hacer esa crítica. Bajo su reciente gobierno, la economía estuvo estancada. Que hable ahora de crecimiento es equivalente a que el diablo salga a vender cruces.
Bachelet también es culpable de sus silencios. Resulta irónico que haya sido nominada como alta comisionada para los derechos humanos de la ONU después de que sus momentos más criticables estén asociados a sus silencios respecto a las violaciones a estos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Precisamente porque ella fue víctima de violaciones a los derechos humanos en Chile, Bachelet debiera ser mucho más sensible. Como campeona de la causa de igualdad de género, debiera ser especialmente comprometida con las mujeres que sufren apremios bajo gobiernos autoritarios de izquierda en la región.
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