Cómo las sanciones contribuyeron al colapso económico de Venezuela

Uno pensaría que cualquier análisis de la contracción económica de Venezuela colocaría las sanciones económicas en un papel central.

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Un manifestante muestra un cartel en Caracas, el 7 de agosto de 2019. Fuente: AP.

Durante la década pasada, Venezuela vivió la mayor contracción económica documentada en la historia del hemisferio occidental. La implosión tuvo lugar al mismo tiempo que el gobierno de los Estados Unidos prohibió las compras de petróleo, congeló las cuentas bancarias del gobierno, prohibió al país emitir nueva deuda y confiscó los buques con destino a Venezuela. Uno pensaría que cualquier análisis de la contracción económica de Venezuela colocaría las sanciones económicas en un papel central.

Sin embargo, las sanciones suelen juegan un papel sorprendentemente limitado en la mayoría de los principales relatos sobre crisis venezolana. Un reciente artículo del Council on Foreign Relations atribuye el colapso económico del país a “décadas de mala gobernanza” y los “peligros de convertirse en un petroestado” al tiempo que menciona las sanciones solo de pasada. Asimismo, el subsecretario de Estado Brian Nichols desvió las preguntas sobre el impacto de las sanciones a Venezuela afirmando que “la responsabilidad por la situación humanitaria en Venezuela recae directamente sobre los hombros del difunto Hugo Chávez y Nicolás Maduro”.

Parte de esto era de esperarse. Cuando la Secretaria de Estado Madeleine Albright fue interpelada en la década de 1990 sobre el efecto humanitario de las sanciones de la ONU en Irak, respondió mostrando fotos de palacios construidos por Saddam Hussein. Cuando al senador de Florida, Marco Rubio, se le presentaron argumentos sobre los efectos del embargo de Estados Unidos a Cuba, respondió que el único bloqueo a Cuba es el impuesto por el régimen cubano. Las sanciones se utilizan en medio de conflictos políticos, por lo que es normal que los debates en torno a su uso se politicen rápidamente. Muchos opositores de Maduro ven las sanciones como el único instrumento a través del cual pueden presionar al régimen y temen que las discusiones sobre sus consecuencias negativas jueguen a favor de Maduro.

Pero si lo que queremos es entender cómo la comunidad internacional puede ayudar a los venezolanos, también necesitamos conocer los efectos reales de las sanciones. Comprender cómo y cuándo usar sanciones requiere un debate equilibrado y objetivo, centrado en la evidencia y no esté empañado por sesgos políticos.

Lo que dicen los datos

Durante los últimos cien años, la economía venezolana ha dependido en gran medida del petróleo, llegando a representar más del 90 por ciento de las exportaciones y más de la mitad de los ingresos fiscales. Cuando aumentan los ingresos del petróleo, independientemente de si se debe a un aumento de la producción o de los precios, la economía se expande, pero cuando se estancan, también lo hace el PIB.

Por lo tanto, no sorprende que el colapso económico de Venezuela coincida casi perfectamente con una disminución masiva de los ingresos del petróleo. Después de aumentar durante más de una década, los ingresos del petróleo cayeron 93 porciento entre 2012 y 2020. Durante este mismo período, el ingreso per cápita disminuyó 72 porciento. El detonante de la contracción económica fue que Venezuela se quedó sin divisas para pagar las importaciones que alimentan su economía. Hemos visto colapsos similares en Irak, Libia, Irán y otros exportadores de petróleo cuando enfrentaron sanciones que limitaban su capacidad para vender petróleo a nivel internacional.

Entre 2012 y 2016, la mayor parte de la disminución de los ingresos petroleros se debió a la caída de los precios del petróleo. El precio de una canasta de petróleo venezolano alcanzó un máximo de $103 en 2012 y luego se desplomó a $36 en 2016. Hasta ese momento, la recesión de Venezuela se parecía a varias de sus anteriores crisis, impulsada por una disminución en sus ingresos en moneda extranjera causada por cambios en las condiciones del mercado mundial del petróleo. Obviamente, Hugo Chávez y Nicolás Maduro tienen una gran responsabilidad en esta recesión, ya que su gasto excesivo y su mala gestión dejaron al país sin preparación para enfrentar el shock negativo de los términos de intercambio.

Sin embargo, la historia a partir de 2017 es diferente. Durante los siguientes dos años, los precios del petróleo subieron. Normalmente, durante estos años, al tener el país acceso a mayores ingresos petroleros, se debería haber registrado una recuperación económica. De hecho, cuando comenzó la recuperación de los mercados petroleros, muchos analistas proyectaron un crecimiento positivo para Venezuela. Ese crecimiento no se materializó porque la producción de petróleo disminuyó, una disminución en la que la evidencia muestra que las sanciones jugaron un papel importante.

Es instructivo mirar los datos más de cerca. Si bien hay quienes aún repiten que el declive de la industria petrolera venezolana comenzó mucho antes de las sanciones, los datos cuentan una historia muy diferente. La producción de petróleo de Venezuela se mantuvo estable en el período 2008-15. Luego disminuyó moderadamente en 2016 cuando los precios del petróleo colapsaron. Muchos otros exportadores de petróleo experimentaron caídas similares en ese momento. Sin embargo, cuando los precios del petróleo comenzaron a recuperarse en 2017, la producción se estabilizó en otros productores de petróleo, pero no en Venezuela. Ese fue el año en que la industria petrolera fue impactada por las primeras sanciones.

Producción petrolera de Venezuela, 2008-2020

Fuente: OPEP.

Hay tres puntos de inflexión claros en la serie de producción de petróleo: cuando Estados Unidos impuso sanciones financieras por primera vez, cuando impuso sanciones petroleras y cuando impuso sanciones a socios extranjeros que ayudaron a vender petróleo venezolano. Todos estos están asociados a fuertes caídas en la producción petrolera venezolana. Patrones como este, donde intervenciones políticas aisladas estén asociadas con efectos observables claros, son bastante raros en los datos de series temporales. Cuando ocurren, son el equivalente estadístico de evidencia incriminatoria irrefutable.

Hay otras formas de analizar los datos de producción de petróleo de Venezuela que también muestran que las sanciones tuvieron efectos negativos significativos en la industria petrolera venezolana. En un artículo publicado el año pasado en Latin American Economic Review sobre empresas mixtas (joint ventures) en la cuenca del Orinoco, hallé que las empresas que tenían acceso a financiamiento internacional antes de las sanciones fueron las que más sufrieron. Estos resultados confirman que aislar a la industria petrolera de las finanzas internacionales perjudicó su capacidad productiva y ayudó a impulsar la contracción de la producción de petróleo.

Un argumento repetido a menudo por quienes descartan el efecto de las sanciones es que la crisis de Venezuela precedió a la imposición de sanciones. Ellos argumentan que, dado que la economía estaba en recesión mucho antes de 2017, las sanciones no pueden ser la causa de la crisis. Desde el punto de vista lógico, este es un argumento muy deficiente. Parte de la premisa de que una crisis económica tiene una sola causa, por lo que, dado que la crisis comenzó antes de las sanciones, estas no pueden ser su causa. Sin embargo, los fenómenos sociales y económicos tienen muchas causas. No hay ninguna razón por la que las sanciones, la mala gestión, la corrupción y la caída de los precios del petróleo no puedan haber todas contribuido a la crisis. Lo que nos dice la evidencia es que el colapso económico de Venezuela es en realidad la combinación de dos crisis: antes de 2016, impulsada por la caída de los precios del petróleo, pero después de 2017, las sanciones impidieron que la economía se recuperara en un contexto de precios del petróleo más altos.

Más allá de las sanciones

Las sanciones fueron solo una de las medidas desplegadas por Estados Unidos como parte de su estrategia para derrocar a Maduro. Otra acción clave fue la decisión de reconocer al gobierno interino encabezado por Juan Guaidó y transferirle el control de los activos en el extranjero de Venezuela. Al hacerlo, impidió que Venezuela accediera a sus refinerías estadounidenses, obtuviera financiamiento de organizaciones multilaterales o incluso que utilizara la mayor parte de sus reservas internacionales.

Estas medidas tuvieron efectos significativos que van mucho más allá de su impacto en el gobierno venezolano. Por ejemplo, Venezuela experimentó una disminución del 65 porciento en la cantidad de bancos corresponsales que estaban dispuestos a procesar transacciones internacionales y una disminución del 99 porciento en el valor de esas transacciones entre 2011 y 2019. Esto significó que el sector privado de Venezuela fue menos capaz de participar en el comercio o pagos internacionales. A pesar de las afirmaciones de que las sanciones solo apuntaban al régimen de Maduro, estas tuvieron efectos indiscriminados en el país.

El fin de una estrategia

El 30 de diciembre, la Asamblea Nacional de Venezuela decidió poner fin a la presidencia interina de Guaidó. La decisión marca el capítulo final de una estrategia que buscó generar un cambio político en Venezuela a través del apoyo de la comunidad internacional.

El fracaso de esta estrategia no es sorprendente. Estados Unidos entró en Venezuela con la misma arrogancia con la que suele entrar en otros campos minados de la política exterior. A pesar de la abrumadora evidencia de que los boicots electorales hacen poco más que dar poder a los regímenes autoritarios, alentó a la oposición venezolana a no participar en las elecciones. Como era de esperar, los políticos de la oposición se volvieron más expertos en hacer lobby en Washington que en hacer el arduo trabajo de movilizar votantes para oponerse a Maduro. Múltiples escándalos de corrupción también alimentaron un creciente desencanto con la oposición.

Al igual que el resto de la región, Venezuela está increíblemente polarizada. La adopción de estrategias de sanciones de máxima presión profundizó esta polarización, convenciendo a muchos venezolanos de que la oposición respaldada por Estados Unidos tenia tan poca empatía como Maduro con los problemas de la gente. Al negarse a tener interlocución con fuerzas centristas y brindar su completo apoyo a grupos opositores radicales que parecían más interesados ​​en desplazar a Maduro que en abordar la grave crisis humanitaria de Venezuela, Estados Unidos ayudó a convencer a muchos venezolanos de que un cambio de gobierno no traería una verdadera democracia al país.

Es urgente que contemos con una nueva estrategia para respaldar la lucha de los venezolanos por la democracia y los derechos humanos. Esta estrategia debe priorizar la movilización interna, la construcción de alianzas con la sociedad civil y el enfrentamiento a Maduro en las urnas. El enfoque debe ser genuinamente local y reflejar la verdadera pluralidad de voces venezolanas que se oponen a Maduro. Dañar la economía venezolana no debería ser parte de ello.

Francisco Rodríguez es profesor de Asuntos Públicos e Internacionales de la Familia Rice en la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel de la Universidad de Denver.

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