La sociedad replegada y en sus casas, atemorizada en primera instancia por el coronavirus. Las operaciones dirigidas por la élite militar. Los medios de comunicación limitados o censurados. Una población enfocada en pensar en su propia sobrevivencia. En la práctica un toque de queda, amparado en razones de salud pública, pero que en realidad ha sido el sueño del régimen.
A fin de cuentas, una sociedad quieta en la que no se discuta la legitimidad de quién gobierna o la necesidad de caminar a un cambio democrático. Sin gasolina, con cortes del servicio eléctrico y caídas en el Internet, la incomunicación reina.
El coronavirus es sin duda un problema global de salud pública. No estamos poniendo en duda las recomendaciones que emanan de organismos especializados como la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS decretó la Pandemia el pasado 11 de marzo, y efectivamente estamos ante lo que es la peor amenaza sanitaria en un siglo.
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