Aunque hay buenas razones para pensar que el PDC está en una crisis terminal -o que va en camino a convertirse en un partido irrelevante, que se unirá a coaliciones sólo por los posibles cargos que pudiera conseguir- hay un par de alternativas que podrían llevar a que vuelva a ser la agrupación más importante en la política chilena. Para lograr reinventarse, el PDC deberá olvidarse de sus glorias pasadas y, haciendo una buena lectura de la sociedad chilena, debiera plantearse como un partido pragmático que abraza fuertemente sus valores cristianos, pero no niega la realidad cada vez más secular de la sociedad. Si el PDC hábilmente toma lo más popular y atractivo de Chile Vamos y lo combina con esos ideales y objetivos que le dan tanta popularidad a la izquierda, el partido de la flecha roja puede convertirse en uno de esos inusuales casos de reinvención de marca que tanta admiración suscitan.
Al haber gobernado en tres ocasiones y por 16 años entre 1964 y 2018, el PDC sigue siendo el partido que más tiempo ha ocupado democráticamente La Moneda. Si bien en el sexenio de Frei padre lo hizo en solitario y con Aylwin y Frei hijo lo hizo como líder la Concertación, el hecho que el PDC haya logrado tener por tanto tiempo a uno de los suyos en la presidencia deja en claro que ese partido supo representar alguna vez la voluntad mayoritaria de Chile.
Pero hace 18 años que el PDC dejó La Moneda. Y ninguno de sus líderes actuales aparece lo suficientemente encumbrado en las encuestas como para soñar con volver al poder. Es más, con la disolución de la Concertación y su reemplazo por la Nueva Mayoría en 2013, el PDC pasó de ser el socio más importante de la coalición a convertirse en una piedra en el zapato para sus aliados de izquierda. Ahora que la Nueva Mayoría también es historia, el PDC parece una especie de extinción.Dividido entre un flanco de izquierda que controla buena parte de los escaños en el Congreso, y otro de derecha que tiene más presencia en alcaldías y en los aparatos tecnocráticos del partido, el PDC atraviesa por una especie de guerra civil. La renuncia de reconocidos miembros de la elite partidista ha agravado la crisis, aunque también ha significado que el ala izquierda se ha fortalecido en la interna. Si bien parece razonable predecir que estos últimos se quedarán con el control del partido, cuando acabe el conflicto bien pudiera quedar muy poco partido como para saborear la victoria. La llegada de Fuad Chahín a la presidencia del PDC parece indicar que ninguno de los dos bandos se siente lo suficientemente fuerte como para doblegar al otro, pero también pudiera indicar que pocos creen, hoy por hoy, que vale la pena dar la pelea por controlar la presidencia de un partido en crisis.
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