Al igual que lo que le ocurrió en su segundo gobierno a la Presidenta Bachelet, el Presidente Sebastián Piñera ha visto su aprobación caer por debajo de su desaprobación en la semana 26 de su gobierno. Pero mientras Bachelet sufrió una caída en su aprobación —y un aumento en la desaprobación— producto de la controversial reforma educacional que estaba impulsando, la caída de Piñera no se puede asociar al costo político de haber dado alguna de las batallas ideológicas a las que se comprometió en campaña. Si igual va a caer en su aprobación, vale la pena al menos hacerlo dando la pelea ideológica y defendiendo las ideas con las que ganó la elección.
Cuando llegó al poder en marzo de 2014, la Presidenta Bachelet venía decidida a transformar profunda y radicalmente el modelo económico social de mercado que el país venía implementado desde la transición a la democracia en 1990. Además de prometer una nueva constitución, Bachelet prometía reformas profundas al sistema electoral, el fin al lucro, la selección y el copago en la educación particular subvencionada, la gratuidad en educación superior y una ambiciosa reforma tributaria para financiar la gratuidad en educación superior. Aprovechando la mayoría absoluta que tenía su coalición en ambas cámaras, Bachelet se abocó rápidamente a avanzar algunos de sus proyectos más emblemáticos. Si bien la nueva constitución quedó para el final de su gobierno —y nunca llegó a materializarse—, Bachelet se empeñó en pasar rápidamente la reforma a la educación particular subvencionada y la reforma tributaria.
Para fines de septiembre de 2014, Bachelet ya había promulgado una ambiciosa reforma tributaria. Es verdad que luego hubo que hacer una reforma a la reforma, pero nadie puede dudar que, más para mal que para bien, Bachelet avanzó decididamente en el cumplimiento de sus promesas de campaña.
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