En Venezuela estamos próximos a un nuevo clímax en la crisis generalizada que se vive particularmente en lo político. Y lo político parece central hoy para afrontar las otras aristas que gravitan en torno al país: la crisis económica, la crisis humanitaria, la crisis migratoria. Mientras Nicolás Maduro permanezca en el poder no se visualizan salidas a ninguna de las crisis que hoy envuelven a Venezuela.
Corren dos líneas de tensión que posiblemente terminen cruzándose en breve. Por un lado está la convocatoria a salir masivamente a las calles que está haciendo Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional y reconocido como jefe de Estado encargado por más de 50 países de Occidente.
Guaidó ha convocado para este 6 de abril lo que se viene llamando “Operación Libertad”. El ambiente que se respira es de que llegó la hora, en medio del descontento que se ha agudizado con la ola de apagones y la escasez de agua potable en las grandes ciudades. De telón de fondo prosigue la falta de alimentos y medicinas.
Una carta que ha asomado Guaidó es que la protesta callejera vaya hasta el mismo Palacio de Miraflores, sede de la presidencia en el centro de Caracas. Desde otro mes de abril, pero de 2002, ya nunca más una marcha opositora pudo acercarse al palacio de gobierno. El chavismo se encargó de blindar las inmediaciones, y es una zona plagada de civiles armados que se movilizan en motocicletas y que le juran lealtad a Maduro.
Del lado del poder chavista, en tanto, se aceleraron decisiones de entes controlados por Maduro como la Contraloría General, la Fiscalía, el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional Constituyente, para dejar sin inmunidad a Guaidó y abrirle la puerta a su eventual detención. Hasta paredón ha solicitado una diputada chavista.
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