Lo peor que podría hacer el empresariado chileno es ponerse la camiseta partidista y tomar partido por un candidato presidencial. Porque Chile necesita empresarios que estén preocupados de generar riqueza, es inconveniente que el empresariado tome partido por un postulante a La Moneda. Independientemente de quién sea el próximo Presidente, el empresariado deberá aceptar la voluntad soberana del pueblo y deberá estar dispuesto a forjar acuerdos con las próximas autoridades. Si son percibidos como partisanos, los empresarios arriesgarán perder capacidad de influir en el próximo gobierno. Ya sea porque su candidato pierda las elecciones o porque, si gana, deberá enviar señales de que es Presidente de todos los chilenos golpeando a alguno de los sectores que lo apoyaron, el empresariado comete un grave error cuando se comporta como partido político.
Como suele ocurrir en años electorales, el Encuentro Nacional de la Empresa (ENADE) de 2017 se convirtió en una oportunidad propicia para que los candidatos presidenciales presentaran sus propuestas económicas. Como no debería sorprender, las posturas de los candidatos de derecha —más amigables con el mercado— fueron mejor recibidas que las posiciones planteadas por los candidatos de izquierda. Si bien éstos hoy están más a la izquierda que en elecciones anteriores, la tradición en la ENADE es que los aplausos se los llevan los abanderados de derecha mientras que, cuando las hay, las pifias van a los mensajes de la otra vereda. Aunque en elecciones anteriores los candidatos de la Concertación tenían posiciones bastante más amigables con el mercado que las que hoy tiene Alejandro Guillier, ENADE nunca ha sido un momento cómodo para la centroizquierda.
Este año, ENADE cometió un error al decidir dejar fuera a tres candidatos presidenciales de izquierda. La inconveniente decisión de ENADE puso a esa organización empresarial a la misma altura que la Central Unitaria de Trabajadoras (CUT), organismo que optó por invitar sólo a candidatos de izquierda, excluyendo a Sebastián Piñera y José Antonio Kast. Si bien los motivos esgrimidos por la ENADE fueron presumiblemente objetivos —aludiendo a que sólo invitaban a candidatos que marcaran en las encuestas—, la evidencia no se condice con la explicación. Marco Enríquez-Ominami, que no fue invitado, tiene el mismo apoyo en las encuestas que la senadora DC Carolina Goic, que sí lo fue. La torpe decisión de ENADE fue aprovechada por Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio, que ofreció parte de su tiempo a los postulantes no invitados para que enviaran un mensaje. ME-O aprovechó la ocasión, generando más ruido del que probablemente hubiera causado de haber hablado en persona.
Pero lo más llamativo de la jornada fue la abierta preferencia que mostró la audiencia por las posturas defendidas por Sebastián Piñera y, en menor medida, por José Antonio Kast. Aunque es razonable que los empresarios prefieran a un candidato de derecha —especialmente cuando tiene posturas amigables con el mercado—, la decisión sobre quién será el próximo Presidente la toman los chilenos. Es más, precisamente porque el empresariado pasa por un período de baja aprobación pública, el entusiasta apoyo que brindó ENADE a Sebastián Piñera pudiera terminar haciendo más daño que bien a las aspiraciones del abanderado de Chile Vamos. Ya que da la impresión de que sus rivales no le pueden ganar con sus propios pergaminos a Piñera, polarizar la elección en torno al candidato de los empresarios versus el candidato de la gente brinda una razonable oportunidad a una izquierda que, de otra forma, parece enfrentar una carrera cuesta arriba este año.
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