Precisamente porque Alejandro Guillier representa lo mejor y lo peor del bacheletismo, su candidatura aparece como una amenaza para los poderes fácticos y resulta tan difícil de entender para aquellos que creen que los chilenos ya están cansados con Bachelet.
Así como a fines de 2004 la entonces ministra de Defensa Michelle Bachelet fácilmente dejó fuera de carrera a los que representaban el continuismo del estilo presidencial de Ricardo Lagos, la irrupción del senador Alejandro Guillier amenaza con dejar fuera de carrera al propio Lagos. Porque Guillier representa esa mezcla de aire nuevo (pero en rostro conocido), cercanía con la gente y distancia con los poderes fácticos, su imagen recuerda la forma en que irrumpió Bachelet en 2005 y el inmediato entusiasmo que generó en un electorado que ya pedía un cambio que los hiciera más protagonistas en la toma de decisiones.
Igual que Bachelet, Guillier es capaz de hacer que la gente vea en él lo que ellos quieren. Para algunos, Guillier terminará con los abusos. Para otros, acabará con las AFP, mejorará el acceso a la salud o garantizará la gratuidad de la educación. Da lo mismo el tema, con su imagen de un chileno normal que recién entra a la política, Guillier pertenece a la misma generación que Bachelet (él tiene 63, ella cumple 65 el 29 de septiembre). Ninguno de los dos tuvo poder en la década de los 90, cuando se cocinó la transición.
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