De forma recurrente entrevisto a economistas. La crisis económica y su irresolución con el actual gobierno es asunto que pasó a ser preocupación principal para los venezolanos. La inédita oleada migratoria que hoy caracteriza a Venezuela tiene como disparador el rápido deterioro de las condiciones de vida para las mayorías en el país.
Durante buena parte de los meses de 2017, el debate entre economistas estaba centrado en sí debía catalogarse de hiperinflacionaria al alza de precios. Yo creo que desde el último trimestre del año pasado pasó a haber un consenso. De forma unánime, según las diversas perspectivas, Venezuela vive en hiperinflación.
Cualquier advertencia resultó en vano. Yo mismo le preguntaba a muchos economistas en meses pasados de cómo debía prepararse el venezolano para lo que venía. Los consejos terminaron pulverizados como el bolsillo de muchos. No había manera, materialmente, de prepararse para esta etapa hiperinflacionaria, al menos para el común de la población.
Peor aún. Es difícil digerir el pronóstico que acaba de hacer el Fondo Monetario Internacional (FMI) de que habrá para fines de este año 2018 una inflación de 1.000.000% y debemos decir en este caso, como se anuncia en el bingo, y se lee: Un millón por ciento.
La hiperinflación es una suerte de lluvia, transformada hoy en tormenta que a su paso va arrasando con todo: salarios, pólizas de seguro médico, pensiones. La dinámica hiperinflacionaria va a un ritmo que incluso quienes reciben pequeñas remesas desde el extranjero también terminarán afectados, ya que si bien el dólar va subiendo de forma importante, los precios van en alza a una velocidad mucho mayor.
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