Nunca es fácil asumir un gobierno, pero hay buenas razones para creer que la toma de posesión de Sebastián Piñera y Chile Vamos el 11 de marzo de 2018 será menos compleja que la del 11 de marzo de 2010. Además de que, al menos hasta ahora, no hemos tenido un desastre natural comparable al terremoto del 27 de febrero de hace cuatro años, la coalición de derecha llega con más experiencia en ejercer el poder. La izquierda, en cambio, ya no tendrá una ex Presidenta popular preparándose para volver a La Moneda. Aunque los movimientos sociales buscarán tomar el control de las calles —y habrá docenas de activistas ocupando escaños en el Parlamento—, las condiciones iniciales que enfrenta la administración de Piñera son más favorables hoy que hace ocho años.
Hacerse cargo del gobierno siempre resulta un desafío complejo y doloroso. Pero es mucho más costoso estar fuera del gobierno que ejercer el poder. Aunque Piñera y Chile Vamos reconozcan las complejidades que deberán enfrentar a partir de este jueves, los ánimos están mucho mejor en el mundo de la centroderecha que en la centroizquierda.
A diferencia de 1010, ésta ya no tiene una Presidenta saliente con enormes niveles de popularidad en torno a quien puedan construir un plan para volver al poder en cuatro años más. Si bien Bachelet sigue siendo la mejor carta que tiene hoy la centroizquierda, el valor de la ex Presidenta es mucho menor al que tenía cuando dejó el poder en marzo de 2010. Es verdad que la forma en que su gobierno respondió a la emergencia asociada con el terremoto del 27F —torpe y tardíamente— dañó la percepción popular de Bachelet. Pero aun con el pasivo del terremoto a cuestas, ella era mucho más popular cuando le entregó el poder a Piñera de lo que es hoy. Por consiguiente, Bachelet le hará mucho menos sombra a Piñera en este gobierno que en el anterior.
El terremoto tuvo consecuencias graves para el país, pero su efecto inmediato en la planificación que tenia el gobierno entrante fue incluso más devastador. Como un equipo que recibe un gol en contra y es penalizado con una expulsión apenas se inicia el partido, el gobierno de Piñera en 2010 debió redefinir prioridades y repensar sus planes a dos semanas de asumir el poder. Las condiciones del juego cambiaron rápidamente y el Ejecutivo debió corregir la hoja de ruta apenas había empezado a echar a andar el automóvil.
Peor aún, porque la derecha llevaba 20 años fuera del gobierno —y porque la última vez había sido en dictadura—, había nula experiencia sobre cómo gobernar en democracia. Después de dos décadas de exitosos gobiernos de la Concertación, la llegada de la derecha al poder no podía ser sino traumática. Aunque figuras de derecha habían acumulado experiencia en gobiernos locales y en el Congreso, una generación completa de líderes del sector sólo había visto desde fuera de La Moneda cómo se ejercía el poder en democracia. Hoy muchos funcionarios de confianza vuelven a los cargos que ya ocuparon o han sido ascendidos a puestos cuyas funciones ya conocen, en tanto fueron asesores. A diferencia de 2010, ahora la derecha sí conoce la chicha con la que se está curando.
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