Dos hechos recientes, ambos en Estados Unidos, nos hablan de una metamorfosis importante en la relación del poder con los medios de comunicación y en la interacción de las redes sociales con la información de calidad. Ambas cosas, aparentemente desconectadas, en realidad están unidas no sólo por tener lugar el mismo día, sino porque ponen sobre el tapete lo que entendemos hoy por Fake News.
La primera tiene como protagonista al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En uno de sus arranques de furia, al menos así son reseñados por sus colaboradores, el jefe de Estado ha tomado la decisión de que los dos diarios más emblemáticos de ese país, The New York Times y The Washington Post, ya no estén más en la Casa Blanca.
Ha decidido romper Trump una tradición. La Casa Blanca, como cualquier palacio de gobierno, está suscrita a muy diversas fuentes de información. Llegan cada día miles de revistas y diarios. Y eso es lo normal. Así funciona. Los centros de poder deben estar informados y una de sus fuentes son precisamente los medios de comunicación.
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