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La década de 1990 fue sin duda una de las más convulsas para Colombia. El país vivía una ola de violencia sin precedentes de cuenta de los carteles de narcotráfico y de grupos narcoterroristas como las FARC y el ELN. Si bien la promulgación de una nueva constitución en 1991 y la desmovilización del M-19 prometían profundos cambios democráticos, la política se vería manchada por asesinatos de líderes como Álvaro Gómez Hurtado y Carlos Pizarro Leongómez. En el mismo sentido, el estallido del Proceso 8000—en el que se revelaron los vínculos del Presidente Ernesto Samper con el Cartel de Cali—puso en jaque a un gobierno entero.
Fue en el año 1997 cuando, en el departamento de Córdoba, se fundaron las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), una organización paramilitar contrainsurgencia. Si bien su propósito fue de luchar contra el terrorismo de las FARC y otros grupos narcoterrorista; las masacres, secuestros, asesinatos, extorsiones—o en ocasiones aportes voluntarios—así como su desviación al narcotráfico, ubicaron a las AUC en uno de los más temidos grupos ilegales de Colombia. Años más tarde, Colombia y el mundo conocerían los más terribles actos cometidos por las AUC. Uno de sus líderes fue Salvatore Mancuso—conocido dentro de las filas de las AUC como Santander Lozada o Triple Cero—nacido en Montería y descendiente de inmigrantes italianos.
Dentro del marco del proceso de desmovilización de las AUC, adelantado en el gobierno del Presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), Mancuso fue uno de los primeros líderes de las autodefensas en confesar múltiples hechos que aterrorizaron a todo un país. Por Mancuso también, se conocieron los nexos que existían entre las AUC y congresistas, alcaldes, y otros políticos, algunos de ellos en prisión por esto. En 2008, Mancuso fue extraditado a Estados Unidos como resultado de una condena en ese país por delitos de narcotráfico.
Hoy, en 2020, 23 años después de la fundación de las AUC, Mancuso se encuentra en el centro de un pulso legal entre sus abogados y el Gobierno del Presidente Iván Duque. Este año, el exjefe paramilitar terminó su condena en los Estados Unidos, razón por la cual debía regresar a responder a Colombia y a cumplir con los derechos de las víctimas a la verdad, justicia, reparación, y no repetición. Sin embargo, sus abogados pedían, por cuestiones de seguridad, que Mancuso fuera enviado a Italia. Hasta el momento, Mancuso permanece en los Estados Unidos a la espera de ser enviado o a Italia o a Colombia.
El regreso de Salvatore Mancuso a Colombia puede significar un avance en materia de reparación para las víctimas, pero también significa una mirada al pasado, a un país que ningún colombiano quiere volver; por esto, se debe proceder con cautela y cuidado.
Los finales de los ‘90s vieron un auge en el Conflicto Armado por la aparición de las AUC y un fortalecimiento de la guerrilla. El fallido proceso de paz del Caguán, el auge de los paramilitares, y la declaración de la emergencia económica en 1998 llevaron a Colombia al borde de convertirse en un estado fallido.
Así, desde el año 2002, Colombia ha dado grandes pasos hacia el desarrollo. Los gobiernos de los presidentes Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, e Iván Duque han buscado pasar la página y mirar hacia el futuro. Si bien la década de 1990—al igual que las precedentes—vieron un país convulso, el nuevo siglo trajo un país lleno de esperanza y crecimiento.
En términos de seguridad, las políticas de Seguridad Democrática impulsadas en Colombia forzaron a diferentes grupos terroristas a negociar con los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, obteniendo como resultado frágiles procesos de paz—con las AUC en 2004 y con las FARC en 2016. De igual forma, el número de homicidios en Colombia pasó de 28.284 en 1990 a 12.921 en 2014—si bien estas cifras se mantienen altas, hubo una reducción de más del 50 por ciento. En el mismo sentido, los secuestros se redujeron de 2313 en 1998, a 137 en 2010.
A nivel de comercio exterior, Colombia experimentó un crecimiento en el número de tratados de libre comercio (TLC), lo que significó una mayor confianza por parte de gobiernos aliados e inversionistas extranjeros, quienes vieron en Colombia una gran oportunidad. Para el 1 de enero de 2000, Colombia había suscrito un solo TLC, con México; actualmente, el país ha suscrito 10 nuevos TLC—incluido el TLC con Estados Unidos. Estos acuerdos no solo permitieron una diversificación de productos en Colombia, sino que introdujeron productos colombianos en el exterior. De acuerdo con cifras oficiales del Departamento Nacional de Planeación, el valor de las exportaciones colombianas en 1990 fue de USD $6.765.037.137, mientras que en 2019 fueron de USD $39.495.892.201—un crecimiento aproximado del 583 por ciento. De igual manera, las importaciones pasaron de USD $5.588.746.957 en 1990 a USD $52.702.624.272 en 2019. Los avances que experimentó Colombia en materia de seguridad e infraestructura permitieron que se afianzara la confianza inversionista en el país, tal como lo demuestran las cifras.
En cuanto al crecimiento económico, el PIB de Colombia ha crecido exponencialmente desde 1990. En 1990 la producción nacional era de USD $47.844.000.000, mientras que, en 2019, el PIB fue de USD $323.803.000.000. A su vez, el PIB per cápita en Colombia se ha multiplicado de manera considerable entre 1990 y 2019. En el ‘90, el PIB per cápita era de USD $1.445,32, una mínima parte de los USD $6.432,38 del 2019.
La confianza inversionista y el crecimiento económico es solo un ejemplo de los avances que ha tenido Colombia como país. Avances que, como sociedad, nos negamos a desconocer. Es claro que la posible extradición de Mancuso a Colombia no afectará la economía del país, ni alejará a los inversionistas extranjeros; sin embargo, sí abrirá viejas heridas que ya habíamos dejado atrás.
Desde hace años, Colombia ha estado determinada a pasar de página, a seguir y mirar hacia adelante. La huella que dejó el terror de los paramilitares en Colombia fue una grande, y el regreso de Mancuso amenaza derrumbar un sinnúmero de cosas que se han logrado en materia de reconciliación. Claro está que las víctimas tienen el derecho a que se esclarezcan los hechos, pero para esto hay que ser cuidadosos. Por esto, más que un llamado a tener cautela con las declaraciones de Mancuso, es un llamado a reconocer lo que el exjefe paramilitar representa: la historia de una Colombia pasada, a la cual, como país, nos negamos a volver.
Actualmente Colombia vive un momento crítico, con un sistema judicial altamente cuestionado y una constante manifestación de sectores de la sociedad contra diferentes instituciones. Por eso, unas declaraciones dadas de manera oportunista e irresponsable pueden provocar nuevas heridas en un país ya gravemente fragmentado. Además, la polarización en la que está sumergida Colombia, propicia que la llegada de Mancuso sea utilizada como pretexto para hacer política de manera oportunista por unos personajes incendiarios en el Congreso o en otros lugares.
Ahora bien, aunque las declaraciones de Mancuso representan un reto para el país que tanto nos ha costado construir, este es el momento para unirnos como colombianos. No se puede permitir que los hechos que en algún momento Mancuso narrará—los cuales deben ser tomados con extremado cuidado—sean utilizados como armas políticas. Es acá donde los partidos políticos se deben abstener de politizar el asunto. Esto no quiere decir que Salvatore Mancuso no debe responder ante la justicia colombiana, todo lo contrario, pero se debe ser cauteloso con la forma en la que lo hace. Y es en esta cautela en donde debemos, como sociedad, asegurarnos de no volver a la Colombia pasada, que tanto queremos—sin olvidar—dejar atrás. El General Francisco de Paula Santander dijo que las leyes nos darían la libertad, por eso hoy, más que nunca, debemos confiar en nuestras leyes y en nuestras instituciones.
Es claro que este no es el primer reto que enfrenta Colombia a nivel de reconciliación nacional; tampoco será el primer reto que superamos. Como colombianos debemos saber que somos el país del Realismo Mágico, el país que busca el progreso cada día, que no se rinde frente a la adversidad, el país que siempre mira hacia adelante, que mantiene la cabeza en alto y supera cualquier obstáculo. Somos el país que sabe que siempre cesa la horrible noche; porque de eso se trata ser colombiano, saber que el futuro siempre traerá mejores cosas.
Al terminar su gobierno, el Presidente Álvaro Uribe dijo “no dejamos un paraíso, pero sí un país con buenas tendencias.” O como dijo Presidente Juan Manuel Santos, “Colombia está en obra y seguirá en obra.” Y hoy, Colombia enfrenta una crisis sin precedentes en la historia nacional, posiblemente ni siquiera comparable con la situación que se vivía en los ‘90s, pero como antes, los colombianos mantenemos la firme convicción de que las cosas mejorarán. Antes mejoraron, por eso nos negamos a permitir que actores irresponsables politicen los procesos de justicia y reconciliación que han sembrado la fundación de nuestra Colombia moderna.
Eduardo Tisnés es abogado de la Universidad EAFIT, en Medellín. Ha trabajado en la Organización de Estados Americanos. Actualmente litiga en derecho penal.
Twitter: @eduardotisnesz