Mentalidad de contribuyente

Cuando la gente no sabe que ellos son, al final del día, los que pagan la cuenta de programas sociales que malgastan el dinero o de operadores políticos que se disfrazan de funcionarios públicos, hay menos interés en evitar las malas prácticas de la política.

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En muchos de los debates sobre políticas públicas y prioridades de los gobiernos se nota la ausencia de la mentalidad de contribuyente que existe en los países más desarrollados. Porque los chilenos pagan impuestos -y los pobres muchas veces terminan entregando al Estado un porcentaje mayor de sus ingresos que los más adinerados- resultaría conveniente incorporar sus intereses y preocupaciones al momento de decidir en qué gasta sus recursos el fisco.

Muchos chilenos parecen desconocer que los gastos del Estado provienen de sus bolsillos. Existe el mito que el cobre es el sueldo de Chile y que, presumiblemente, los recursos públicos dependen fundamentalmente de los ingresos por este metal -ya sea Codelco o por los impuestos que pagan las multinacionales cupríferas. Adicionalmente, porque cada vez que se habla de reformas tributarias se subraya que las grandes empresas y los que más ganan tendrán tasas de impuestos más altas, mucha gente cree que el fisco se financia fundamentalmente con eso.

Pero el financiamiento público proviene principalmente de los bolsillos de todos los chilenos. Porque el IVA constituye una parte importante del presupuesto público y porque buena parte de los impuestos que pagan las empresas terminan siendo traspasados al costo de sus productos y servicios -y por lo tanto también salen del bolsillo de los contribuyentes- una reforma tributaria que aumente la carga fiscal inevitablemente significa que todos los chilenos -la señora Juanita, como le gustaba decir a Ricardo Lagos- termina recibiendo un poco menos de dinero, que ahora va a las arcas del fisco.

Es sabido que el IVA es un impuesto regresivo. Es una forma bastante eficiente de recaudar recursos y produce pocas distorsiones en los mercados, en tanto casi todos los productos y servicios lo pagan. Pero como las personas de ingresos bajos y medios -la gran mayoría del país- gasta todos sus ingresos (al no tener capacidad de ahorro), ellos terminan pagando un impuesto del 19% de todo lo que ganan. Las personas de más ingresos, que ahorran, invierten o tienen sus APV, terminan pagando sustancialmente menos del 19% de sus ingresos en IVA.

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