No hay mejor regalo para un gobierno con minoría en el Congreso que una oposición fragmentada. En la medida que los partidos de centro e izquierda sigan escalando sus conflictos y diferencias, La Moneda tendrá una inmejorable oportunidad para avanzar su agenda legislativa. Porque la lógica de dividir para reinar también aplica a la política, Chile Vamos debería estar celebrando —y no expresando preocupación— por la excesiva fragmentación que ahora parece reinar en la oposición.
En cualquier negociación en la que uno es el comprador, siempre es mejor que haya varios vendedores compitiendo por ofrecer sus productos. Lo mismo pasa cuando el gobierno necesita ‘comprar’ votos en el Congreso. En la medida que los potenciales ‘vendedores’ se multipliquen, el precio de los votos va a bajar. Si la oposición se comporta de forma disciplinada y unida, habrá solo un interlocutor con el que negociar. Pero cuando la oposición se fragmenta y los distintos partidos se pelean entre ellos, habrá más. Eso hará bajar el ‘costo’ de los acuerdos para el Congreso.
Por cierto, no es que el gobierno literalmente salga con un maletín a comprar votos. Pero cuando cualquier administración necesita sumar los votos que faltan para alcanzar mayoría, se dan negociaciones que implican ya sea concesiones en los detalles de los proyectos de ley que se tramitan o concesiones en otros asuntos que son de importancia para los legisladores cuyos votos se están cortejando. Como toda negociación, los acuerdos políticos implican resultados que dejan contentos a todos. No se trata de quién gana más, sino de que todos los involucrados tengan buenas razones para sentir que están mejor habiendo cerrado el negocio que no habiéndolo hecho. Aunque a muchos les produzca asco hablar de la ‘cocina política’, la única forma de llegar a acuerdos en la democracia es sentándose a conversar con aquellos que piensan distinto y encontrando objetivos comunes que permitan al gobierno avanzar en su agenda legislativa.
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