No es la primera vez que traigo a colación la película “Hotel Ruanda”, para extrapolar escenas de ese filme, altamente recomendable, y hacer un contrapunto con la realidad de Venezuela.
A lo largo de las semanas transcurridas en 2019 ha estado flotando en el ambiente, como una de las opciones sobre la mesa, la posibilidad de una intervención militar de Estados Unidos. Dicha opción, debemos decirlo, parece menos viable en la medida en que la intervención militar provino de Moscú con el envío de militares para la protección de Nicolás Maduro.
A todas estas, cuál es y cuál puede ser el papel de la llamada Comunidad Internacional para lograr una efectiva resolución de la crisis que arropa hoy a nuestro país. Personalmente creo que si apostamos por un cambio democrático, eso lo tendremos que labrar internamente los venezolanos.
Sobre este tópico versa la película Hotel Ruanda, sobre la cual habría que volver una y otra vez. Como buen filme, el eje de la historia parece estar en el protagonista. Estamos ante un ruandés proeuropeo que desde su posición de gerente hotelero vive una metamorfosis personal –diríamos que espiritual-, para devenir en héroe de carne y hueso, que se sobrepone a sus miedos y creencias, y termina convirtiendo el hotel más lujoso de Kigali en un verdadero campo de refugiados, salvador de centenares de vidas humanas.
Para leer más, visite Efecto Cocuyo.