A una semana del inicio de la campaña para el plebiscito del 26 de abril, destacan la fragmentación de los comandos y partidos que se han inscrito para ser parte de las campañas por el Apruebo y Rechazo. La fragmentación de los grupos que favorecen ambas posturas es un mal augurio para lo que debería venir después, en caso de que gane el Apruebo y se inicie un proceso constituyente. Si los partidos no se pueden poner de acuerdo ni siquiera para coordinar una campaña, parece difícil imaginar que se podrán poner de acuerdo después para redactar una nueva constitución. El hecho que haya 10 comandos/partidos participando en la campaña para el plebiscito de abril debiera ser razón suficiente para votar rechazo a iniciar un proceso constituyente.
La campaña que se inicia el 26 de febrero tendrá 10 actores oficialmente registrados—7 partidos y 3 coaliciones multipartidistas. De ellos, 4 son de derecha—RN, UDI, Evópoli y Republicanos—y los otros 6 de izquierda. En la izquierda, hay tres coaliciones (PPD, PS y PR en la Convergencia Progresista, el PC, PRO y otros en Apruebo Chile Digno y el Frente Amplio) y 3 partidos (PDC, PH y Partido Ecologista Verde). Dos de los 4 partidos de derecha harán campaña por el Rechazo (UDI y Republicanos), uno por el apruebo (Evópoli) y RN hará 70% por el Rechazo y 30% por el Apruebo. Aunque parezca irrisorio, es correcto afirmar que en el proceso electoral habrá 10 partidos/coaliciones y 11 campañas distintas. Esto, sin contar las campañas que hagan distintos grupos de la sociedad civil.
Si bien es lógico que la democracia se caracterice por la diversidad de posiciones y posturas sobre distintos temas, parece preocupante que los grupos que están a favor del proceso constituyente y los que están en contra hayan sido incapaces de ponerse de acuerdo para algo tan básico como la campaña electoral. De hecho, ya que muchos han querido comparar el plebiscito de abril de 2020 con el que se realizó en octubre de 1988 bajo la dictadura militar, una gran diferencia entre ambos procesos es que en 1988 los defensores del No a la continuidad de Augusto Pinochet en la presidencia fueron capaces de poner de lado sus evidentes diferencias sobre el Chile que querían construir para unirse tras una causa común. Esa capacidad de unidad no está presente hoy ni en los que están a favor del proceso constituyente ni entre los que se oponen al proceso.
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