El retorno a la democracia en Brasil simboliza, sin duda, la gradualidad de un proceso que se vivió a cuenta gotas, en medio de pugnas internas dentro de los factores democráticos y de contradicciones en el seno del propio estamento militar.
La dictadura militar en Brasil se extendió entre 1964 y 1985. Como ocurre en muchos regímenes autoritarios, en esas dos décadas se vivieron diferentes etapas que pueden verse con mayor claridad con el pasar de los años. Aunque hubo asesinatos, torturas y desapariciones, la dictadura brasileña resultó ser menos represiva, comparativamente, con lo que vivieron países como Argentina y Chile.
Hubo sí, una ilegalización general de los partidos políticos y sindicatos, así como un esquema de censura que no sólo abarcaba a los medios informativos, sino que también se extendía a la producción cultural: cinematográfica, teatral y literaria.
Tal como lo adelantamos, en esta serie de artículos nos basamos en los estudios del libro Transiciones democráticas: Enseñanzas de líderes políticos, de Sergio Bitar y Abraham Lowenthal. En Brasil, tras una década de dictadura militar donde la oposición era ilegal y se encontró fragmentada, el régimen que en ese momento encabezaba el general Ernesto Geisel abrió las puertas para que la misma pudiese participar de nuevo en las elecciones, en 1974.
La oposición brasileña, tal como lo resalta el estudio, se enfrentó a un dilema que ha rodeado a muchos otros grupos pro-democracia en medio de sus luchas contra regímenes autoritarios: ¿se participaría en unas elecciones en las que la dictadura impone las normas?; ¿se llama a votar en unas elecciones en las que no está en juego la presidencia sino cargos “menores” en el sistema de poder de la nación?
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