Si en su primer mes de gobierno la administración Piñera tuvo más victorias que tropiezos, los errores no forzados en materia de contratación de familiares y polémicas sobre la herencia del gobierno anterior han producido más reveses que aciertos en el segundo mes de mandato. Ahora que está por empezar el tercero —y se acerca tanto la marca de los primeros cien días como el primer mensaje anual al Congreso—, La Moneda debiera volver a su mensaje original. Sebastián Piñera ganó la elección presidencial porque los chilenos creían que él podía gobernar mejor que la Nueva Mayoría. En la medida que la línea conductora del gobierno sea la eficiencia —y no la contratación de familiares, por más meritorios que sean, o las polémicas por lo que hizo o dejó de hacer el gobierno anterior—, podrá anotarse el tercer mes como un punto a su favor.
Una metáfora que ayuda a entender la sensación que se produjo en el país cuando Sebastián Piñera asumió el poder es la de un barco que iba a la deriva y celebra la llegada de una nueva tripulación. Guiado por una capitana bien intencionada y carismática, el barco llevaba varios años navegando en forma demasiado lenta y por los mismos canales, sin encontrar la salida al mar. Es verdad que, durante el período, la nave estableció reglas más justas para asignar los camarotes, se eliminaron reglas discriminatorias, fueron acogidos nuevos pasajeros que llegaban en precarias balsas y se establecieron nuevas reglas para la educación de los menores de edad. Pero el barco no podía salir de los canales. La tripulación era incapaz de ponerse de acuerdo respecto de cuál era la hoja de ruta a seguir. Los pasajeros veían cómo aumentaban los tripulantes, pero el servicio seguía igual y el barco no avanzaba. Peor aun, varios familiares de la tripulación generaban sus propios escándalos.
La llegada de Chile Vamos al poder llenó de entusiasmo a los pasajeros. El capitán parecía experimentado y la nueva tripulación ordenada, entusiasta y capaz. En el primer mes, el barco avanzó a ritmo firme, se corrigieron errores y el equipo demostró disciplina. Pero justo cuando el mar se veía en el horizonte y nos aprestábamos a dejar los canales, el capitán se desconcentró y dio un giro equivocado. El nombramiento de Pablo Piñera como embajador en Argentina abrió un flanco innecesario que dominó el debate público por un par de semanas y puso al gobierno a la defensiva. Las repercusiones de las críticas por el inoportuno nombramiento se han extendido a otros cargos ocupados por familiares de altas autoridades.
El gobierno se ha defendido alegando persecución. Pero las acusaciones de nepotismo deben ser entendidas por el contexto que vive el país. Dado que el gobierno anterior estuvo marcado por escándalos generados por parientes de altas autoridades y por tratos privilegiados a sus familiares y amigos, cualquier sospecha de nepotismo en esta administración alimenta el temor de que las malas prácticas se repitan.
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