Under AMLO, Mexico’s government becomes an enabler

A Grupo de Lima founding member and a champion of restoring democracy in Venezuela under previous administrations, Mexico under AMLO has scaled back its support for human rights defense in the region.

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[EnglishArticle]As a response to President Nicolás Maduro’s illegitimate renewal of power on January 10th, the countries of the Grupo de Lima—the group created in 2017 to address the escalating political, economic and humanitarian crisis in Venezuela—presented a joint declaration condemning the regime and ratifying their full support and recognition of the National Assembly, legitimately elected in 2015 and now the only democratically elected constitutional body left in Venezuela.

Every Grupo de Lima country besides Mexico signed the statement. Even the United States, not officially a Grupo de Lima member, supported the special declaration, which this time went beyond its usual pronouncements and called for preventing high officials of the Venezuelan regime from entering the territory of group member countries, a measure already put in place by the United States.

Mexico, a Grupo de Lima founding member and consistent champion of restoring democracy in Venezuela, has now scaled back its support for the regional coalition and decided to invoke a non-interventionist policy in alignment to President Andrés Manuel López Obrador’s (AMLO) stance of “not getting involved in other countries’ affairs.” Shocking? No. Upsetting? Very.

As we’ve been reporting since before Mexico’s July election, the AMLO government’s decision is not unexpected. Both AMLO and Foreign Minister Marcelo Ebrard repeatedly stated that Mexican foreign policy would adopt a stance of non-interventionism, reversing a policy of international advocacy for human rights and democracy that began under former President Vicente Fox and Foreign Minister Jorge Castañeda 18 years ago.

Maximiliano Reyes, Mexico’s Under Secretary for Latin America and the Caribbean, justified the country’s refrain from issuing any kind of pronouncement regarding the legitimacy of the Venezuelan government by pointing to the constitutional principles of self-determination and non-intervention that he claims Mexico must follow.

And although Reyes confirmed that Mexico will remain an active member of the group and will promote dialogue to find a peaceful solution to the situation in Venezuela, a muted response from the country in all Maduro-related matters means that the government’s stance serves more as an act of complicity in favor of the regime and less as a bridge for norm-based dialogue among the Grupo de Lima partners. This deliberate backsliding is a significant loss to the already-fragile safeguard of human rights in Latin America.

While the rest of the Grupo de Lima countries will abstain from attending Maduro’s swearing in ceremony and even consider economic sanctions and cutting diplomatic ties with Venezuela, Juan Manuel Nungaray—Charge d’Affaires in the Mexican Embassy in Caracas—will represent the Mexican government at Maduro’s inauguration next Thursday. Far from simply attending a public event, Nungaray’s presence implies a move to legitimize the Maduro regime, a backing that some members of AMLO’s “Together We Will Make History” coalition have not shied from declaring publicly. Gerardo Fernández Noroña—a Worker’s Party (PT) representative in Mexico’s Federal Congress and a regular attendee of the annual leftist Foro de São Paulo gathering—announced via Twitter his intent to attend Maduro’s inauguration.

Elsewhere in AMLO’s governing coalition, Yeidckol Polevnsky—the incumbent MORENA party president—referred to the Grupo de Lima as “an aberration, a transgression, and a meddling in the politics of foreign countries”, even though the Group declaration strongly condemns any provocation or military deployment in Venezuela that would threaten peace and security in the region, including the action proposed by U.S. President Donald Trump.

With many issues at home to address, neither Mexico nor any other Grupo de Lima member is by any means the gold standard of human rights. But that flawed reasoning would prevent almost every country from participating in any sort of multilateral convention. Pending issues at home should not represent an obstacle to a country’s international commitment to safeguard democracy and human rights, especially at a time when the Venezuelan crisis is expected to worsen. Mexico, a country that is proud of its recent history in democracy and elections and whose new leader has pledged to wipe out corruption, should know better.

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Como respuesta a la ilegítima renovación de poder del presidente Nicolás Maduro el próximo 10 de enero, los países del Grupo de Lima—el grupo creado en 2017 para abordar la crisis política, económica y humanitaria en Venezuela—presentaron una declaración conjunta condenando al régimen y ratificando su pleno apoyo y reconocimiento a la Asamblea Nacional, elegida legítimamente en 2015 y ahora el único órgano constitucional elegido democráticamente que queda en Venezuela.

Todos los países del Grupo de Lima, con excepción de México, firmaron la declaración. Incluso Estados Unidos, que no es oficialmente un miembro del Grupo de Lima, apoyó la declaración especial, que esta vez fue más allá de su posicionamiento habitual al pedir que se restrinja la entrada de altos funcionarios del régimen venezolano al territorio de los países miembros del grupo, una medida que ya existe por parte de los Estados Unidos.

México, miembro fundador del Grupo de Lima y defensor constante del restablecimiento de la democracia en Venezuela, ahora ha reducido su apoyo a la coalición regional y decidió invocar una política no intervencionista alineada a la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de “no involucrarse en los asuntos de otros países”. ¿Sorprendente? No. ¿Inquietante? Mucho.

Como hemos estado informando previo a las elecciones de julio en México, la decisión del gobierno de AMLO no es inesperada. Tanto AMLO como el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, declararon repetidamente que la política exterior mexicana adoptaría una postura de no intervencionismo, revirtiendo una política de comunicación abierta pro-derechos humanos y pro-democracia que comenzó bajo el mandato del ex presidente Vicente Fox y el ex Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda hace 18 años.

Maximiliano Reyes, subsecretario de México para América Latina y el Caribe, justificó la abstención del país de emitir cualquier tipo de pronunciamiento sobre la legitimidad del gobierno venezolano al señalar los principios constitucionales de autodeterminación y no intervención que México debe seguir.

Y aún cuando Reyes confirmó que México seguirá siendo un miembro activo del grupo y promoverá el diálogo para encontrar una solución pacífica a la situación en Venezuela, una respuesta silenciosa por parte de México en cualquier asunto relacionado con Maduro transforma la postura en una complicidad a favor del régimen, faltando a su compromiso de servir como un puente para el diálogo basado en normas entre los socios del Grupo de Lima, y por supuesto, con Venezuela. Este retroceso deliberado es una pérdida significativa para el ya frágil estado de salvaguarda de los derechos humanos en América Latina.

Mientras que el resto de los países del Grupo de Lima se abstendrán de asistir a la ceremonia de juramento de Maduro e incluso consideraran sanciones económicas y el corte de relaciones diplomáticas con Venezuela, Juan Manuel Nungaray, encargado de negocios en la Embajada de México en Caracas, representará al gobierno mexicano en la inauguración de Maduro el próximo jueves. Lejos de simplemente asistir a un evento público, la presencia de Nungaray implica una legitimación del régimen de Maduro, respaldo que algunos miembros de la coalición de AMLO “Juntos Haremos Historia” incluso favorecen públicamente. Gerardo Fernández Noroña, diputado federal del Partido de los Trabajadores (PT) y asiduo asistente de la reunión anual de izquierda del Foro de São Paulo, anunció a través de Twitter su intención de asistir a la inauguración de Maduro.

Por otro lado, Yeidckol Polevnsky, presidente del partido titular MORENA, se refirió al Grupo de Lima como “una aberración, una transgresión y una intromisión en la política de países extranjeros”, a pesar de que la declaración del Grupo condena enérgicamente cualquier provocación, ataque militar o despliegue de la fuerza en Venezuela que amenace la paz y la seguridad en la región, incluida la acción propuesta por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

Nadie niega que los países del Grupo tienen muchos pendientes que atender en casa. Ni México ni ningún otro miembro del Grupo de Lima es, de ninguna manera, el estándar de oro en cuanto a derechos humanos. Pero seguir esa lógica evitaría que casi todos los países participen en cualquier tipo de convención multilateral. Los pendientes en casa no deben representar un obstáculo hacia el compromiso internacional de cada país de salvaguardar la democracia y los derechos humanos, especialmente en un momento en que se espera que la crisis venezolana empeore. México, un país que está orgulloso de su historia reciente en democracia y elecciones y cuyo nuevo líder se ha comprometido en eliminar la corrupción, debería saberlo.

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