Iré a votar el 15 de octubre. No tengo dudas sobre esa decisión. Empero, no estoy envuelto en un halo de alegría para acudir a las urnas. No lo dicen los políticos en campaña, pero lo digo yo. El día siguiente de las elecciones, cuando amanezca el 16, Maduro seguirá siendo el mandón nacional.
Si no hay una clara y contundente votación opositora tendrá el dictador más vida política. Un mapa en el que se refleje la minoría que, en verdad es el chavismo hoy, contribuirá a acercarnos al final de la dictadura. No se irá Maduro del poder por perder la mayoría de gobernaciones, pero si eso ocurre será otra vuelta de tuerca en su contra.
En otro artículo sosteníamos que la oposición venezolana, para ganancia de Maduro, está dividida. En términos del objetivo estratégico hay unión: salir democráticamente de la dictadura. Tácticamente afloran las divisiones. Unos conciben esto como una suerte de desplome y otros como un desmoronamiento.
El desplome, según la primera definición que he conseguido en la web es caída con fuerza de una cosa pesada. El desmoronamiento, en tanto, se define como deshacer poco a poco un cuerpo o cosa.
Para quienes creen que ocurrirá un desplome del chavismo la calle es una suerte de talismán político. Si se protesta en la calle se logrará la salida del dictador. Posiblemente algunos ejemplos extraídos de la primavera árabe o el propio caso de Ucrania les sirven de referentes a este sector opositor.
Para quienes apuestan por el desmoronamiento del régimen, por su parte, la calle y las elecciones no son contradictorias al vérseles como maneras de presionar a Maduro y sus adláteres para sentarlos a negociar y acordar una hoja de ruta que implique su salida del poder. Las transiciones democráticas de los ´80 en Sudamérica tienen ejemplos sobre ello.
Personalmente estoy a favor del diálogo. Después de estudiar las ciencias políticas durante más de una década en mi entrañable Universidad Simón Bolívar, estoy convencido que el diálogo y la negociación son parte esencial de la política. Sin embargo, antes que un diálogo entre gobierno y oposición, debería producirse un encuentro y acercamiento entre los actores de oposición.
Una oposición fracturada difícilmente podrá sacar frutos políticos frente a una dictadura, que aunque minoritaria en apoyo popular, mantiene importantes niveles de cohesión en su respuesta política y pública.
En mi percepción de lo que ocurrió en Venezuela, en el período de protestas abril-julio de este año, fue importante en evidenciar el malestar social a lo largo y ancho del país, asimismo dejó al descubierto el carácter represivo del régimen. Todo ello ayudó a entender a la comunidad internacional la naturaleza dictatorial del gobierno de Maduro.
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