La decisión del Presidente Sebastián Piñera de involucrarse en el esfuerzo internacional por combatir los incendios en el Amazonas refleja tanto una preocupante falta de claridad sobre cuáles debieran ser las prioridades de su gobierno como una errada lectura respecto al precedente que ha establecido sobre la legitimidad de la intervención extranjera en cuestiones domésticas. Ahora que Chile secundó la iniciativa francesa de involucrarse en el combate a los incendios amazónicos, va a ser complicado rechazar intentos futuros de otras potencias por intervenir, utilizando la preocupación por el impacto medioambiental, en los problemas que enfrentan Rapa Nui o La Araucanía.
En su segundo gobierno, Piñera ha dejado claro que le interesa jugar un rol importante en el concierto internacional. Chile será sede de la APEC y de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP25). Si bien el encuentro de APEC profundiza la política de estado a favor del libre comercio -la cumbre de APEC de 2004 también se realizó en Chile, durante el gobierno de Ricardo Lagos- la decisión de organizar la COP25 en Santiago implica riesgos que el gobierno no parece haber sopesado adecuadamente. Más preocupado de la photo opportunity, la administración no pensó en el efecto que tendría realizar ese evento en una serie de iniciativas que enfrentan a los medioambientalistas con el gobierno. Desde las voces que piden que Chile ratifique el Acuerdo de Escazú (sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe) hasta las que quieren que se adopte una ley de protección de glaciares que haría inviable nuevos proyectos mineros cordilleranos desde la zona centro-norte hasta el sur del país, el hecho que Chile se quiera posicionar como líder en la protección del medioambiente tendrá impactos negativos en la condición de país minero y en la producción de energía hidroeléctrica. Es verdad que no se puede negar el cambio climático y que hay que tomar medidas que tendrán un impacto negativo en el crecimiento, independientemente de si se hace o no la COP25 en Chile, pero ser anfitriones de esa cumbre pondrá todavía más presión sobre el crecimiento económico, justo cuando el país discute la adopción de una reforma previsional y una reforma a la jornada laboral que tendrán un impacto negativo en el empleo formal.
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