Ahora que la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales se realizan en noviembre y diciembre, respectivamente, parece razonable adelantar el cambio de mando para el último día de enero. En febrero, el gobierno saliente ya no tiene energía, ganas ni legitimidad para hacer nada. En cambio, la administración entrante podría aprovechar el mes de descanso para instalarse y armar los equipos de tal forma de estar trabajando a toda máquina cuando la gente vuelva de sus vacaciones a comienzos de marzo.
Desde que la dictadura militar estableció el 11 de marzo como la fecha para el cambio de mando presidencial, todos los Presidentes democráticamente electos han comenzado sus períodos ese día. Si bien en 1989 y 1993 no hubo segunda vuelta, a partir de 1999 todas las elecciones se han decidido en el balotaje. Entre 1999 y 2009, la primera vuelta se realizaba en diciembre y la segunda a mediados de enero. Los Presidentes electos tenían menos de dos meses para armar sus equipos antes de asumir. Pero en su primer gobierno, Sebastián Piñera impulsó una reforma para realizar la primera vuelta presidencial en noviembre y el balotaje en diciembre. Ahora los Presidentes electos en segunda vuelta tienen casi tres meses para preparar su transición. Si llegara a haber uno elegido en primera vuelta, tendremos una transición de casi cuatro meses.
Es cierto que a comienzos de marzo también comienzan sus períodos los nuevos legisladores. Mover el cambio de mando presidencial obligaría también a mover la fecha de toma de posesión de los parlamentarios. Pero como el Congreso toma vacaciones en febrero, el cambio de fecha de toma de posesión no alteraría mayormente su funcionamiento. Si el cambio de mando se realiza a fines de enero, los miembros salientes del Congreso podrían irse de vacaciones sin tener que recibir un mes adicional de abultada dieta parlamentaria. Los que siguen en sus cargos podrían tomar vacaciones, mientras que los nuevos legisladores podrían ocupar ese mes en tomar clases para aprender cómo funciona el Congreso. Después de todo, los legisladores entrantes —electos en noviembre— ya habrán tenido suficiente tiempo para descansar entre el día de su elección y su posible toma de posesión a fines de enero.
Desde la victoria de Sebastián Piñera en diciembre de 2017, el gobierno de Bachelet se ha movido entre el frenesí legislativo y la desazón de las tropas oficialistas de saber que, nuevamente, tendrán que entregar el poder a un Presidente de derecha. En 2010, el gobierno saliente de Bachelet tiró la toalla de forma tan evidente, que para el terremoto del 27 de febrero la gran mayoría de los funcionarios públicos —incluida la propia Presidenta— andaba de vacaciones.
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