Y Washington tiene un plan para Venezuela
El plan para la transición en Venezuela oficializa el viraje de la política de Washington en relación con el régimen de Nicolás Maduro: Estados Unidos apuesta, definitivamente, a una salida política.
El plan para la transición en Venezuela oficializa el viraje de la política de Washington en relación con el régimen de Nicolás Maduro: Estados Unidos apuesta, definitivamente, a una salida política.
Ha ocurrido un hecho inédito. Estados Unidos decidió ponerle precio a Nicolás Maduro.
Nada indica, al menos a simple vista, que se prepare en este momento una acción militar o de agentes de seguridad de Estados Unidos para apresar al mandatario venezolano. Entonces, ¿a dónde apunta el gobierno de Washington?
Entender cuál es nuestro rol periodístico –en tiempos de esta epidemia global–, y ejercer tal papel profesional de forma responsable.
La oposición ha perdido el control de la agenda de la misma sorpresiva forma en que llegó a sus manos después del 18 de octubre. Por eso, una parte de ella sigue actuando como si estuviera en negación.
En las antípodas ideológicas, los dos líderes populistas están unidos en un discurso que relativiza el impacto del coronavirus.
La Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, sostuvo que el Coronavirus “tendrá efectos devastadores sobre la economía mundial, seguramente más intensos y distintos que los sufridos durante la crisis financiera global de 2008-2009”
La OEA y el propio secretario general recién ratificado han visto cómo en estos años el régimen de Nicolás Maduro pasó de ser un “autoritarismo electoral”, como suele llamar la literatura a los gobiernos que aprovechan su ventajismo en elecciones, a convertirse abiertamente en una dictadura.
Si la gran preocupación detrás del estallido social de octubre era la desigualdad —y que las pensiones no alcanzaban, que el acceso a la salud era insuficiente o que los sueldos eran muy bajos—, en las próximas semanas la preocupación más creciente será no sumarse a la lista de desempleados.
Lo único peor que entregarle la potestad de redactar la nueva constitución a la clase política actual es dársela a políticos suplentes.