3 lecciones que Venezuela debe aprender de la dictadura de Mugabe

De la dictadura de Robert Mugabe en Zimbabue, sintetizo tres mensajes que pueden tener eco en la Venezuela de hoy.

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El presidente Nicolás Maduro reparte réplicas de la espada de Simón Bolívar, como se dice popularmente, a diestra y siniestra. El acto de este 26 de julio fue una buena muestra de esa política manirrota de repartir réplicas de una espada que otrora estuvo reservada para ocasiones realmente especiales. Viendo este acto recordé la primera vez que hubo una polémica seria: Hugo Chávez le dio una de esas réplicas al dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, en el año 2000.

La dictadura de Mugabe, aunque lejana en el plano geográfico, debe ser vista con detenimiento desde Venezuela. Mugabe celebró en febrero, con una fiesta fastuosa, sus 93 años de los cuales 37 ha estado en el poder. El viejo Bob, como se le suele llamar en Zimbabue (antigua Rodesia), ha anunciado que en 2018 será nuevamente candidato para un período de 5 años. No se cree inmortal, y ya ha apuntalado a su esposa Grace, de 52, como heredera.

Zimbabue, desde que surgió como república en 1980, no ha conocido otro mandatario distinto a Mugabe. Al viejo Bob se le adjudican claramente dos grandes etapas. La primera, en la que se convirtió en el héroe nacional: salió de la cárcel para impulsar el surgimiento de la nación, puso fin al apartheid y le dio un empuje a la vida económica. En 1990 Mugabe deja en claro que su objetivo es permanecer en el poder, a cualquier precio. Se declara Mugabe como marxista, se instaura el partido único y se aprueba una reforma constitucional; Zimbabue pasa a conocer las violaciones masivas de derechos humanos (si bien ya existían precedentes desde los 80), se destroza la economía nacional y cunde la pobreza.

De la dictadura de Mugabe sintetizo tres mensajes que pueden tener eco en la Venezuela de hoy.

1. La cooptación del liderazgo opositor

Hace poco menos de una década, cuando Zimbabue atravesaba el punto más álgido de la crisis económica, y en buena medida producto de la mediación internacional, se logró un “gobierno de unidad nacional”. Quien era el líder y rostro emblemático de la oposición, Morgan Tsvangirai, del Movimiento Cambio Democrático, ganó las elecciones pese al fraude. Mugabe, con el respaldo de las fuerzas armadas, no reconoció el triunfo opositor y construyó el modelo de “transición”, como se le conocía entonces. Mugabe seguiría actuando como presidente y Tsvangirai como primer ministro, además de incorporar a otros opositores a algunas dependencias del Estado.

Si bien en aquel momento aquello parecía una salida razonable a la crisis, para evitar un derramamiento de sangre, aquel “gobierno de unidad nacional” fue en realidad una ficción. Los hilos del poder siguieron controlados por Mugabe y su partido Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico(ZAPU-PF), junto con los militares y milicias armadas al servicio del dictador. El paso por el cargo de primer ministro de Tsvangirai no implicó una transición democrática, sino una cooptación de los factores democráticos por la dictadura.

En ese período 2008-2013, el gobierno Mugabe-Tsvangirai llevó adelante además un ajuste económico, con el que el régimen compartió con la oposición el costo político por el desastre económico que en realidad había generado la dictadura previamente. De cara a las elecciones de 2013, Tsvangirai estaba tan desacreditado que se le expulsó de su partido y la oposición acudió divida a las elecciones, en las que nuevamente se impuso Mugabe para el período actual (2013-2018).

 

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