Ante el cambio de época del comercio global

Con el aumento del proteccionismo y el comercio internacional en descenso, nos encontramos frente a un cambio de época que puede generar un estancamiento generalizado de la economía internacional. ¿Qué se puede hacer para contrarrestar estas tendencias y retomar la senda del libre comercio?

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Ya no estamos en una época de cambios, sino que estamos ante un cambio de época. Este cambio de época se ve reflejado en los giros radicales que han tomado algunas naciones y que están impactando en el resto del mundo, como la salida del Reino Unido de la Unión Europea, las crecientes tendencias políticas radicales en Europa o la elección presidencial en Estados Unidos.

Pero no se trata solamente de procesos políticos, sino que el cambio de época también afecta al orden económico mundial y, por lo tanto, al comercio internacional.

Desde hace años el comercio ha tomado rumbos diferentes a los que estábamos acostumbrados. Las rondas de negociación en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC) venían concluyendo a ritmos razonables hasta que, luego de la Ronda Uruguay en 1994, se abrió paso al Programa de Doha para el Desarrollo a inicios del nuevo siglo. Esta ronda ya cumplirá quince años sin llegar a una acuerdo final.

Al igual que como sucedió en la Ronda Uruguay, en Doha ya no solo se negocian normas arancelarias y no arancelarias para el comercio, sino que cobraron relevancia nuevos temas que, si bien son claves para el comercio internacional, incluían un lenguaje al que los negociadores comerciales no estaban acostumbrados. Temas como propiedad intelectual, desarrollo sustentable y tantos otros, fueron sacando del centro del debate a las típicas discusiones arancelarias y esto implicó nuevos libretos.

Además de los nuevos temas, se sumaron también a las negociaciones comerciales nuevos países. De 123 que negociaron la Ronda Uruguay, la Ronda Doha pasó a contar con 159 países, entre los cuales se encontraba nada menos que China. Esto sin dudas cambió el eje de las negociaciones en un organización como la OMC, que se rige por el consenso. Éstos dos hitos explican por qué, tras quince años de incansables intentos, la Ronda Doha está lejos aún de encontrar su cierre definitivo.

Ante el estancamiento de Doha, comenzaron a surgir proyectos alternativos entre grupos más reducidos de países, dispuestos a avanzar en temas que la ronda Doha puso sobre la mesa. Tal fue el caso del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) entre 12 países, entre los que se encuentran, por ejemplo, Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, India, Chile, Perú y Australia. Otros casos son la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP) entre Estados Unidos y la Unión Europea; el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA), que reúne al 70 por ciento del comercio mundial del sector; el Acuerdo sobre Tecnología de la Información (ATI), que reúne al 97 por ciento del comercio mundial de tecnología de la información y debido a los avances en el sector, busca ampliar la cobertura de estos productos; y el Acuerdo sobre Contratación Pública, que abarca 43 países y actualizó las reglas del acuerdo original de 1994 para aumentar la cobertura de entidades sujetas a sus compromisos de apertura. Todo este entramado de siglas solamente demuestra el los países han buscado ‘refugios de consensos’ ante el estancamiento al que se ha llegado en el ámbito multilateral. Sin embargo, es posible que estos esfuerzos también caigan en tierra infértil, debido a las crecientes tendencias proteccionistas.

La era Trump y el protagonismo de China

La elección de Donald Trump en Estados Unidos es uno de los hitos principales que marca el cambio de época y posiblemente tendrá un fuerte impacto en el comercio global. Durante toda la campaña electoral, Trump impulsó una agenda proteccionista, criticó la actual política comercial de Barack Obama y prometió desechar el TPP, que actualmente espera ser aprobado por el Congreso de Estados Unidos tras haber sido firmado por los doce países miembro a inicios de este año. Vale recordar que este acuerdo no incluye a China.

Según un video emitido por el comando de transición de Trump, el primer día de su presidencia tomará acciones para que Estados Unidos se retire del TPP. Ante esta noticia, algunos países integrantes del acuerdo, como México y Chile, señalaron que estarían dispuesto a seguir la negociación, mientras que Japón se ha mostrado más reticente a continuar la negociación sin Estados Unidos.

La salida de Estados Unidos del TPP, sin dudas cambiará el tablero geopolítico y tendrá fuerte impacto en el comercio ya que es una señal que alentará aún más a los países a proteger sus mercados ante la incertidumbre que generan este tipo de giros sorpresivos.

En en el plano geopolítico, algunas consecuencias ya se dejaron ver luego de la cumbre de Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima hace pocos días, con la visita del Presidente de China—Xi Jinping—a Chile, Ecuador y Perú.

El mensaje que Xi Jinping quiere dar a la región es que en un mundo que habla de muros, China buscará construir puentes. En la era Trump, China ve una gran oportunidad para que llenar el vacío que dejará el posible aislamiento americano. Vale recordar que el gigante asiático, más allá de no integrar el TPP, nunca estuvo quieto en los últimos años, y ha impulsado la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y el Área de Libre Comercio del Asia Pacífico (FTAAP).

Lo que Trump parece no darse cuenta es que el TPP no es una política de acción sino que de reacción de parte de Estados Unidos ante el enlentecimiento de la rondas multilaterales y el crecimiento comercial de China. Si Trump decide desechar el TPP—cuyo principal objetivo es negociar regulaciones—no hace más que dejarle el camino libre a China para que proponga un nuevo estándar regulatorio a los nuevos temas comerciales.

Evidencia del cambio de época del comercio

El renacer del proteccionismo que está causando el cambio de época en el comercio mundial ya se puede comenzar a medir cuantitativamente. Un informe publicado por la OMC el pasado mes de julio señala que, entre 2008 y 2016, los miembros de la organización han activado 2.127 medidas restrictivas al comercio. Muchas de éstas medidas fueron más allá de simples aranceles al comercio, imponiendo nuevas normativas y procedimientos para importaciones que han entorpecido el libre comercio.  

El mismo informe señala que para reencauzar el crecimiento económico global, los miembros de la OMC tienen que evitar el proteccionismo y promover un sistema multilateral de comercio fuerte.  

Pero actualmente el comercio mundial está en niveles históricamente bajos, comparables a la época de la segunda guerra mundial. Como resaltaba hace semanas atrás el analista Binyamin Appelbaum del New York Times, en el primer trimestre de 2016 el volumen del comercio mundial se mantuvo casi estático y cayó por 0,8 por ciento en el segundo trimestre del año.

Tomando el caso únicamente de Estados Unidos, se puede ver que el comercio total de esta nación con el mundo se redujo en US$200 mil millones en 2015 y en otros US$470 mil millones en los primeros meses del 2016. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el comercio cae en Estados Unidos en momentos en que la economía crece.

Otro ejemplo específico del cambio de época es la histórica baja del comercio marítimo que registra el menor crecimiento desde 2009 (post-crisis internacional) y su futuro sigue siendo incierto. Un reciente estudio de la UNCTAD (Conferencia de la Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) muestra que en 2015 el comercio marítimo solo creció un 2 por ciento con respeto al año anterior. Vale recordar, por ejemplo, que entre los años 2006 y 2007 el crecimiento fue de 4,4 por ciento.

Finalmente, un dato que resume todo lo anterior es que el 2016 se proyecta como el quinto año consecutivo en que el comercio internacional crecerá a la misma tasa que el PIB mundial, tal como lo resaltó un informe de la OMC meses atrás. Concretamente se prevé que el volumen del comercio mundial de mercancías crezca un 2,8 por ciento en 2016, sin variaciones respecto 2015, al tiempo que el PIB disminuye en las economías desarrolladas y repunta en las economías en desarrollo. El mismo informe sugiere que el crecimiento del comercio debería aumentar al 3,6 por ciento en 2017, todavía por debajo del promedio del 5,0 por ciento desde 1990. Es posible que sea necesario revisar a la baja esas previsiones, en particular ante el riesgo de que la desaceleración de las economías emergentes y la volatilidad financiera continúen.

Si algo nos dicen todos estos datos es que el libre comercio parece perder cada vez más encanto y un proteccionismo fundamentado en discursos simplistas ha comenzado a sustituirlo. Quizá el mejor camino sea volver a poner a la OMC en el centro de estos debates. Pero para que esto suceda, la organización debe repensarse institucionalmente ante un nuevo contexto internacional. Tal como sugiere Kent Jones en su libro Reconstructing the WTO for the 21st Century, es imperioso que se haga una aplicación más flexible de la regla de consenso; un entendimiento común entre todos los miembros sobre los límites del espacio de política interna que está sujeto a negociación; y reglas más claras sobre las obligaciones de reciprocidad.

Otro elemento a repensar es la agenda que el comercio multilateral ha tomado como propia. Las negociaciones comerciales deben volver a su eje central y no intentar ser el espacio para negociar sobre todos los desafíos que tiene el mundo por delante. Agrandar los márgenes y temas de negociación (tratando por ejemplo temas ambientales, sociales, tecnológicos, etc.), no hace más que encontrar nuevos detractores y entorpecer el mensaje central que las negociaciones comerciales deben dar: ser el ámbito para reducir las barreras y costos del comercio. Sin dudas estos otros temas son de inmensa relevancia para el sistema mundial de comercio, pero hay que evitar que sean utilizados como moneda de cambio por algunos países para aprobar o no temas netamente comerciales.

En conclusión, para que el comercio realmente pueda ser libre debe hablar de libertad sin que ella se confunda jamás con la incansable búsqueda de equidad y justicia social para todos. Es a estos valores a los que se debe volver.

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