Diseñando gobierno para ocho años

La nómina de ministros en el gabinete inicial nos dará luces de qué tantas ganas tiene el gobierno de Piñera de proyectarse en el tiempo. Si el gabinete incluye nombres que puedan sumarse a la lista de presidenciables de derecha que estarán en el Senado, sabremos que Piñera está pensando en ayudar a que el sector gane las presidenciales del 2021.

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Si Chile Vamos entiende que las elecciones se van ganando de una a la vez, podrá aspirar a seguir en el poder por varios períodos. Si en cambio se obsesiona hoy con la idea de gobernar por ocho años, es probable, que ha demostrado ser pragmático y tener lealtades similares a los de los consumidores —premiando a los buenos resultados y castigando a los que ofrecen mal servicio—, volverá a expulsar a la derecha del poder igual que en 2013.

Es comprensible que los partidos aspiren a ganar a elecciones y, una vez en el poder, aspiren a mantenerlo. La política consiste en la búsqueda del poder. Mientras más tiempo gobierne una coalición, más podrá esculpir el destino del país de tal forma que se refleje su posición ideológica. Cuando llegó a La Moneda  en 1990, la Concertación pronto se convenció de que modificar el modelo heredado de la dictadura militar tomaría más de un período, por lo que rápidamente comenzó a pensar en las elecciones de 1993 como el siguiente paso para consolidar su propio legado. Afortunadamente para la coalición centroizquierdista, había varios presidenciables que rápidamente se perfilaron para suceder a Patricio Aylwin. Ya en 1989, la lucha por la nominación presidencial de la coalición había dejado en claro los nombres de varios presidenciables. Además del PDC Gabriel Valdés, que perdió la interna por la nominación presidencial del partido ante Aylwin, los nombres de Eduardo Frei, elegido senador en 1989, y el fundador del PPD Ricardo Lagos  —que perdió su opción senatorial ese mismo año, pero fue nombrado ministro de Educación por Aylwin—, había una lista de presidenciables que permitía augurar un auspicioso futuro electoral para la coalición.

Diez años después, cuando Ricardo Lagos se convirtió en el primer Presidente de izquierda después de la dictadura, su gabinete se convirtió en un semillero de candidatos presidenciales. Además de Soledad Alvear y José Miguel Insulza, que ya se perfilaban como presidenciables, Lagos nombró ministros que pronto se encumbraron entre los políticos más populares. Michelle Bachelet logró convertirse en candidata oficialista gracias a haber sido nombrada en el gabinete. Es evidente que ella brillaba con luces propias, pero fue la decisión de Lagos de potenciar a su coalición más allá del fin de su período lo que llevó a nombrar un gabinete lleno de presidenciables.

Lamentablemente, Bachelet no siguió el camino de sus predecesores concertacionistas. Ninguno de sus ministros llegó a ser presidenciable. En parte, eso se debió a que la presencia de Lagos opacó la aparición de nuevos liderazgos, y cuando él anunció que no sería candidato, era demasiado tarde para potenciar nuevos nombres. Pero en parte la falta de presidenciables en el gabinete de Bachelet se debió a que la primera Presidenta de Chile jamás buscó potenciar su gobierno más allá de su período.

Al llegar al poder, Sebastián Piñera sumó varios presidenciables a su gabinete. Además de Joaquín Lavín y Rodrigo Hinzpeter, pronto estuvo en la lista Laurence Golborne. Después de varios cambios de gabinete, la lista de presidenciables se modificó y se sumaron Andrés Allamand, Pablo Longueira y Evelyn Matthei. Al final, el accidentado proceso de selección del candidato oficialista —y la popularidad de Bachelet como candidata— impidieron que el gobierno de Piñera se proyectara más allá de 2014. Algunos sospechan que, considerando la posibilidad de volver al poder en 2018, el propio Piñera se esforzó poco para que su coalición ganara en 2013.

Hoy, a semanas de anunciar su nuevo gabinete, Chile Vamos comprensiblemente sueña con prolongar el legado de la derecha más allá de marzo de 2022. Para tener éxito, el diseño de una proyección más allá de cuatro años precisa que el gobierno de Piñera sea exitoso o que, al menos, haya presidenciables populares que sean competitivos en 2021. Mientras mejor la vaya a Piñera, mejor será el piso para el candidato oficialista. Pero sin un presidenciable competitivo, incluso un gran gobierno de Piñera no tendrá un delfín en quien proyectar ese viento de cola electoral.

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