El porqué de la decadencia del PDC

Los partidos de la izquierda de la Nueva Mayoría han podido arrinconar al PDC porque éste aparece más preocupado de las peleas por escaños en la Cámara y el Senado, que por defender los valores y principios que lo inspiran. Si bien todos los partidos deben aspirar a ganar elecciones, en políticas a veces se gana más perdiendo.

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La forma en que ha evolucionado la polémica al interior de la Democracia Cristiana sobre la candidatura presidencial de Carolina Goic y su objeción a que el diputado Ricardo Rincón se presente a la reelección, da luces de las razones que han llevado a ese partido a convertirse en un socio prescindible de la Nueva Mayoría. Porque el PDC aparece más preocupado de sus riñas internas y de mantener cuotas de poder que de representar a esos electores que se identifican con el centro y la pragmática moderación, el partido que otrora fue el más grande del país y el más influyente de la centroizquierda ahora arriesga caer en la total irrelevancia.

Desde que lideró exitosamente la transición a la democracia, el PDC ha sido el partido más importante de la política chilena. Las Presidencias de Aylwin y Frei (1990-2000) pusieron a Chile en el sendero del crecimiento sostenido, la inclusión social y la consolidación democrática. Los Gobiernos posteriores de Lagos, Bachelet y Piñera (2000-2014) fueron exitosos porque mantuvieron la hoja de ruta. Cuando los partidos de izquierda de la Concertación decidieron tirar por la borda el legado de la coalición y buscaron construir una nueva hoja de ruta al crear a la Nueva Mayoría, el PDC ya no tenía la fuerza ni las ganas de defender el que ha sido el legado político más exitoso en la historia de Chile.

En 2013, ante la popularidad que entonces tenía Bachelet, el PDC aceptó todas las condiciones de la ex Presidenta, desde el cambio de nombre hasta la radicalización hacia la izquierda. En vez de defender los intereses de los chilenos que querían combinar ambiciosas demandas con responsabilidad fiscal, el PDC decidió competir con los partidos de izquierda por el apoyo vociferante, pero no mayoritario, de los autodenominados movimientos sociales.

Deslucida y debilitada durante el segundo mandato de Bachelet, la DC parecía determinada a volver a sus raíces. Pero como un buen mensaje necesita también un buen mensajero, la ausencia de un candidato presidencial que representara exitosamente los deseos de cambio y reformas con moderación y pragmatismo frustró el intento. Afortunadamente para el PDC, la candidatura presidencial de Ricardo Lagos vino a llenar ese vacío de candidatura que afligía al partido. Pero como Lagos no marcaba bien en las encuestas, el PS decidió apoyar al senador Alejandro Guillier y el ex Presidente bajó su candidatura.

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