La venganza de Ricardo Lagos

Tal vez Guillier piensa que Lagos no tendrá otra alternativa que sumarse a su campaña. Pero da la impresión de que el ex Presidente no ve en Piñera una amenaza a la democracia ni a la estabilidad del país, por lo que bien pudiera optar por guardar silencio, tal como Guillier guardó silencio cuando se realizó la operación para bajar a Lagos.

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Si bien se ha cuidado de no hacer declaraciones que dañen las opciones presidenciales del senador Alejandro Guillier, el ex Presidente Ricardo Lagos ha dado señales claras de que no tiene mucho entusiasmo ni fe en la candidatura del abanderado del PPD. Parece inevitable que Lagos dará su apoyo a quienquiera que enfrente a Sebastián Piñera en segunda vuelta, pero es evidente que tiene cuentas pendientes por cobrar. Si pasa a segunda vuelta, Guillier deberá cortejar hábilmente a Lagos para sumarlo a su campaña y así optimizar sus chances de ser competitivo contra Piñera el 17 de diciembre.

Desde que anunció su candidatura presidencial a fines de 2016, Lagos dejó en claro que no estaba para la pelea política chica. Si bien cometió un error al creer que su trayectoria le daba una ventaja sobre sus rivales y equivocó el camino al despreciar la necesidad de amarrar el apoyo de los partidos para consolidar su candidatura, Lagos correctamente comprendió que la disputa en 2017 sería sobre qué candidato tiene un mejor plan para retomar el sendero del desarrollo armónico y la construcción de consensos.

Lamentablemente para él, las encuestas mostraban un enorme rechazo a su candidatura. Su predilección por golpear la mesa y hablar desde el púlpito, privilegiando la verticalidad por sobre la horizontalidad, poco ayudaba para reducir su alto rechazo. Pero Lagos apostaba a que, si era nominado candidato, podría capitalizar el alto rechazo que también genera Sebastián Piñera. Entre dos candidatos que generan poco entusiasmo, Lagos planeaba imponerse a partir de su trayectoria y mejores propuestas para el país.

Pero los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría no estaban pensando en la disputa de primera vuelta. Igual que un agricultor que olvida que el clima en julio será distinto que en enero, el PS y el PPD miraron las encuestas de intención de voto a comienzos de 2017 y decidieron apoyar a Guillier, el presidenciable que entonces iba al alza. Sin entender que las encuestas de intención de voto en enero no son capaces de anticipar lo que la gente pensará en noviembre, la Nueva Mayoría remplazó a Lagos por Guillier después de mirar las mismas encuestas que hoy cuestionan por su metodología y por la afiliación política de los encuestadores.

Guillier también contribuyó a la humillación a la que fue sometido Lagos. En vez de exigir que se realizaran primarias y demandar al PPD y PS que nominaran al ex Presidente —o a ambos—como candidatos para esas primarias, Guillier quiso ahorrarse toda la pega que implicaba participar en una campaña antes de las primarias y optó por aceptar la proclamación unánime de la Nueva Mayoría.

Ahora que faltan cinco días para la primera vuelta y las opciones de Guillier se ven mucho menos promisorias que cuando el PS y el PPD lo nominaron, la Nueva Mayoría necesita lograr la unidad de toda la izquierda para tener alguna chance de ganar en segunda vuelta. Si Guillier logra el segundo lugar —y Piñera no alcanza la mayoría absoluta—, la ardua tarea del sector será convocar a todos los votantes de centroizquierda detrás de la candidatura que puede frenar el retorno de la derecha al poder.

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