Los fantasmas en la Conversación Interrumpida de Sebastián Edwards

Para los que comparten generación con Edwards, pero también para los más jóvenes que hoy parecen decididos a querer matar a la generación de sus padres, el libro de Edwards es una invitación para enfrentar —sin nostalgia, sin arrepentimientos, con irónico humor y la distancia que da el tiempo— al gran fantasma que todavía ronda en la memoria colectiva del país.

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En su brillantemente escrita autobiografía, el lúcido y polémico economista chileno radicado en Estados Unidos, Sebastián Edwards, usa los recuerdos de su vida como un vehículo para viajar al Chile de los años 60, del golpe militar y de los primeros años de la dictadura. Los recuerdos de Edwards nos hacen viajar entre Estados Unidos y Chile, desde el año que Edwards viajó a estudiar un doctorado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago. Sin ser Chicago Boy, pero identificado con la filosofía de búsqueda del conocimiento de su alma mater, Edwards tácitamente usa su historia personal para contar la historia de Chile. A través de sus asuntos no resueltos con su padre, nos obliga a pensar en nuestra propia relación traumática con el padre abusador del Chile actual, el ya fallecido dictador Augusto Pinochet.

Aunque el género de las autobiografías se ha popularizado en Chile en años recientes, los textos autobiográficos a menudo pecan de aburridos. Los autores evitan temas espinudos y son demasiado bondadosos con aquellos con quienes tuvieron encontrones. No es el caso de Edwards. Él no parece demasiado interesado en caerle bien a nadie. Excesivamente seguro de sí mismo, Edwards tampoco parece demasiado preocupado por quedar bien. Convencido de que su hoja de vida basta, Edwards hace gala de esa capacidad que tienen los estadounidenses de reírse de sí mismos. Con la misma libertad, habla de sus compañeros, profesores, amigos y conocidos.

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