El traspié de Piñera

Muchas cosas pueden cambiar en la segunda vuelta. Pero es innegable que, si la semana pasada la derecha sacaba cuentas alegres, a partir de anoche la izquierda ha vuelto a soñar con seguir en el poder después de marzo de 2018.

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El 36,6% de votación que obtuvo Sebastián Piñera en la primera vuelta de la contienda presidencial de 2017 fue sorpresivamente bajo. Como las encuestas anticipaban sobre un 40% y porque el propio círculo cercano a Piñera había alimentado las expectativas de que podía obtener mayoría absoluta en primera vuelta, las sonrisas escasearon en el comando presidencial de Chile Vamos la noche del domingo. Porque la votación combinada de todos los candidatos de izquierda superó el 55% de los votos, hay mucha más incertidumbre sobre lo que puede pasar en segunda vuelta. De hecho, mientras en el Frente Amplio y en el comando de Alejandro Guillier sobraban las sonrisas, en el entorno del ex Presidente se imponía una comprensible preocupación por el difícil camino que ahora deberá recorrer para lograr volver al poder.

Al igual como ha ocurrido en otros países, las encuestas tuvieron algunos errores importantes en la predicción de los resultados de la primera vuelta. Si bien el orden de llegada fue el que anticipaban los sondeos, la votación de Piñera estuvo preocupantemente por debajo de lo que predecían. La expectativa era que Piñera estaría entre un 40% y un 45% de la votación. Como se anticipaba que José Antonio Kast obtendría en torno a un 6%, se suponía que la segunda vuelta sería un trámite. Bastaba con que Piñera atrajera la votación de Kast para asegurar la mayoría.

Si bien anticiparon correctamente la debilidad de Guillier —que obtuvo la peor votación para un candidato oficial de centroizquierda desde el retorno de la democracia—, los sondeos estimaban que Beatriz Sánchez tendría una votación sustancialmente inferior a la que obtuvo. De hecho, la votación combinada de Guillier y Sánchez es casi idéntica a la que suman Piñera y Kast.

Aunque el ex Presidente dio un discurso que destacó su triunfo en la mayoría de las comunas del país —y la derecha celebró victorias importantes en ambas cámaras, aunque no logró controlar la mayoría en ninguna de ellas—, el candidato de Chile Vamos pareció no entender, o tal vez no quiso reconocer, que los resultados de ayer fueron decepcionantes. Es cierto que la suma de su votación y la de Kast es similar a lo que obtuvo Piñera en la contienda de 2009, pero también es cierto que después de haber sido Presidente por cuatro años, y después que el segundo gobierno de Bachelet tuviera los niveles de aprobación más bajos desde el retorno de la democracia, la derecha no pudo hacer crecer su apoyo más allá de su nivel histórico. Es verdad que Piñera obtuvo una votación mayor que la que recibieron los candidatos de la derecha al Congreso, pero también es cierto que no logró capitalizar el descontento que existe en el país por la forma en que Bachelet implementó sus reformas.

La derecha correctamente ha destacado el hecho de que Guillier apenas superó a Beatriz Sánchez y su 22,7% es decepcionantemente bajo. Pero la gran noticia del domingo en la noche no fue la esperada baja votación del senador, sino que la centroizquierda salió fortalecida, en tanto la posibilidad de mantener el poder depende exclusivamente de su capacidad para unirse en segunda vuelta. Es innegable que la izquierda está separada por profundas divisiones, pero Sánchez y Guillier tienen todos los incentivos para unirse frente al enemigo común que representa la derecha.

Después de haber estado cuatro años fuera del poder entre 2010 y 2014, la izquierda no tiene ninguna intención de volver a entregarlo. Consecuentemente, hará todo lo necesario para unirse en torno a la candidatura de Guillier, que tiene como principal fortaleza no ser Piñera.

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