Lo que la oposición venezolana puede aprender de la victoria de Barinas

La asombrosa victoria de la oposición venezolana en el estado natal de Chávez no hubiera sido posible sin el apoyo de fuerzas centristas que hasta ahora han sido excluidas de la principal coalición opositora.

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Foto: Sergio Garrido, el gobernador electo de Barinas, celebra su victoria electoral / Manaure Quintero / Bloomberg

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La asombrosa victoria de la oposición venezolana en el estado natal de Chávez no hubiera sido posible sin el apoyo de fuerzas centristas que hasta ahora han sido excluidas de la principal coalición opositora. Reconstruir la unidad de la oposición será clave para plantear un desafío electoral efectivo al chavismo.

Los opositores de Nicolás Maduro tuvieron mucho que celebrar la noche del domingo, cuando las autoridades electorales anunciaron que el legislador estatal opositor Sergio Garrido había derrotado al candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela por 14 puntos en una elección especial para la gobernación de Barinas. En lo que parecía ser la última de una serie casi interminable de maniobras del gobierno para burlar la voluntad de los venezolanos, el Tribunal Supremo de Justicia controlado por el gobierno invalidó la victoria por un pequeño margen del candidato opopsitor en las elecciones de noviembre en ese estado, argumentando que había sido inhabilitado para postularse, aunque nadie sabía exactamente cuándo, ni por qué razón.

Al tratar de dar sentido a este sorprendente revés en nada menos que el estado natal del difunto Hugo Chávez, es tentador aferrarse a una narración simple y atractiva de cómo la oposición recuperó Barinas: el gobierno trató de robar la elección anulando la votación de noviembre, por lo que los votantes se hartaron y acudieron masivamente a votar en contra del candidato de Maduro, logrando una victoria por un margen tan amplio que incluso el Consejo Nacional Electoral – también controlado por el gobierno- no pudo alterar los resultados.

Sin embargo, las cosas son más complicadas. Sí, fue una victoria impresionante, pero el principal impulsor no fue la indignación de los votantes sino decisiones tácticas inteligentes de la oposición. A diferencia de elecciones pasadas, incluida la de noviembre, el candidato opositor en Barinas buscó alianzas con grupos centristas que han surgido como una nueva fuerza en la política venezolana. Fue el apoyo clave de los movimientos y políticos de centro, en lugar de una mayor movilización, lo que permitió a la oposición derrotar al candidato de Maduro. La victoria de Barinas no fue un triunfo del voluntarismo, fue una instancia exitosa de construcción de coaliciones.

¿Qué pasó en Barinas?

Al contrario de lo que uno podría esperar, la mayor participación en las elecciones del 9 de enero no funcionó a favor de la oposición. Sí, la participación fue moderadamente mayor en enero que en noviembre. Sin embargo, los números revelan que estos votos adicionales fueron captados en gran medida por el candidato del gobierno, el ex ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Arreaza. Es simple ver esto a partir de los números brutos: en las elecciones de enero votaron 35 mil personas más que en las de noviembre, mientras que el candidato del gobierno, Arreaza, capturó el 76 por ciento de esos votos adicionales. Eso explica por qué la participación de votos del PSUV aumentó de 36,8 por ciento a 41,3 por ciento entre las dos elecciones. En otras palabras, parece que el impulso de último momento del gobierno para conseguir aumentar la participación les funcionó relativamente bien. 

Figura 1: Resultados electorales en Barinas, elecciones 2021 y 2022


Fuente: Consejo Nacional Electoral

¿Cómo explicar entonces la victoria de Garrido? No fue porque pudo conseguir que los abstencionistas descontentos votaran. Fue porque pudo unificar a los votantes de la oposición. En noviembre, otros candidatos de la oposición obtuvieron el 26 por ciento de los votos; esta vez sólo un 3 por ciento. La abrumadora mayoría de los votos de la oposición migró a Garrido, lo que le permitió aumentar su porcentaje de votos del 37,1 al 55,4 por ciento. En noviembre, el chavismo casi le gana a una oposición dividida. En enero, perdió contra una oposición unificada. 

La clave de la victoria de Garrido fue el apoyo de otras fuerzas de oposición que no habían apoyado en noviembre, al candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, Freddy Superlano. El ex gobernador Rafael Rosales Peña, candidato de la centrista Alianza Democrática que obtuvo el 16,2 por ciento de los votos en noviembre, dio su apoyo a Garrido, al igual que el partido Avanzada Progresista de Henri Falcón, Fuerza Vecinal, y otros partidos de oposición que habían apoyado a Rosales Peña y a otro candidato en noviembre. Algunos partidos decidieron respaldar en enero al ex alcalde de Caracas, Claudio Fermín, pero la señal de unidad fue lo suficientemente fuerte como para que los votantes apoyaran a Garrido.

Lo que estos resultados nos muestran, por lo tanto, es que existe mucho más en el espectro político venezolano que la oposición tradicional encabezada por Juan Guaidó y los partidos que lo respaldan. Nos dicen que la clave para derrotar al chavismo en las próximas elecciones está en reunificar el voto de la oposición. Para hacerlo, debemos entender por qué tantos votantes venezolanos apoyan a partidos que están fuera de la principal coalición opositora. Esto requiere estudiar de cerca la gran variedad de movimientos políticos de centro que han cobrado fuerza en los últimos años, incluso cuando su relevcancia haya sido negada por gran parte de la comunidad internacional y la oposición mayoritaria. 

¿El fin de la polarización?

Veamos más de cerca los resultados de las elecciones regionales de noviembre de 2021. Durante años, gran parte del análisis político de Venezuela se ha basado en la idea de que el país está dividido en dos bloques: los seguidores de Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, por un lado, y la oposición por el otro. Ese supuesto no sólo era conveniente desde el punto de vista analítico: era consistente con casi todos los datos existentes, incluidos los resultados electorales, las encuestas de opinión y la observación casual. Los candidatos que representan a las coaliciones del gobierno y la oposición obtuvieron un promedio del 93,9 por ciento de los votos en las 14 elecciones nacionales celebradas desde 2000 (excluyendo aquellas que la oposición optó por boicotear), mientras que el 69,5 por ciento de los encuestados se autodenominó pro-oposición o pro-gobierno entre 2013 y 2017. 

Sin embargo, los datos de las elecciones de noviembre de 2021 cuentan otra historia. En noviembre, los candidatos de la corriente principal de las coaliciones de oposición y del gobierno, conocidas como la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el Gran Polo Patriótico (GPP) se combinaron para obtener solamente el 68 por ciento de los votos, mientras que los partidos independientes no alineados con ninguno de estos dos polos se llevaron el 32 por ciento restante. En cambio, en las elecciones regionales celebradas en 2017, la MUD y el GPP habían captado conjuntamente el apoyo del 97,1 % de los votantes, mientras que los independientes obtenían solo el 2,9 % de los votos.

Tabla 1: Distribución de votos por coalición, elecciones de 2017, 2020 y 2021

Fuente: Consejo Nacional Electoral

 

Figura 2: Votos absolutos por coalición, elecciones de 2017, 2020 y 2021

Fuente: Consejo Nacional Electoral

Estos resultados se reflejan en la evolución de los datos de las encuestas. Según datos de la encuestadora local Datanálisis, la proporción de votantes que se autoidentificaron con el gobierno o la oposición en 2021 fue solo del 39 por ciento, significativamente menor que el 60 por ciento que afirma no estar alineado con ningún sector. Por el contrario, en 2015, el 65 % afirmó estar alineado con el gobierno o la oposición, mientras que el 31 % se consideraba no alineado (Figura 3). 

Figura 3: Autoidentificación política en encuestas de opinión, 2015-2021

Fuente: Datanálisis

Estos cambios en el mapa político de Venezuela tienen implicaciones significativas para las estrategias políticas y la política internacional con respecto a la crisis venezolana. Hasta ahora, actores clave de la comunidad internacional han visto a la coalición de la MUD como el único interlocutor válido de la oposición venezolana, descartando a otros grupos por falta de representatividad o legitimidad. La propia MUD ha buscado caracterizar a estos grupos como marginales y no representativos de los votantes venezolanos. Esta actitud ha sido un obstáculo para construir coaliciones como la que resultó exitosa en Barinas.

El hecho de que alrededor de un tercio del electorado venezolano se vea representado por estos otros grupos sugiere que es hora de repensar esos enfoques. Continuar ignorando a estos grupos o, peor aún, tratarlos como simples títeres del régimen de Maduro, corre el riesgo de alejar a sectores clave de la sociedad venezolana y alimentar una creciente desconexión entre la comunidad internacional y la realidad política del país.

¿Quién es quién en el panorama político venezolano?

En 2015, la MUD, una coalición que nació originalmente de un reagrupamiento de las fuerzas de oposición después del fracaso de la anterior Coordinadora Demócratica en derrocar a Chávez, obtuvo una contundente victoria en las elecciones parlamentarias con el 56 por ciento de los votos frente al 41 por ciento del GPP. En ese momento, la MUD recibió 19 de cada 20 votos emitidos contra el gobierno, lo que parece validar su pretensión de ser la única representación legítima de la oposición. Los cuatro partidos más grandes por orden de legisladores obtenidos en esa votación fueron Primero Justicia (PJ), 33; Acción Democrática (AD), 25; Un Nuevo Tiempo (UNT), 18; y Voluntad Popular (VP), 14, que sumaron 90 de los 112 diputados electos de la MUD. Este grupo de cuatro partidos, que se conoció informalmente como el G4, dominaría la toma de decisiones de la coalición en los años posteriores a 2015. 

La Alianza Democrática (ADem) tiene su origen en la escisión provocada en la oposición por la decisión de la MUD de boicotear las elecciones presidenciales de 2018. Esto llevó a Henri Falcón, ex gobernador del estado de Lara en la región centro-occidental del país, a presentar su propia candidatura presidencial con el respaldo de varios partidos pequeños, algunos de los cuales habían salido previamente de la MUD. Falcón obtuvo el 21 por ciento de los votos en esa elección mientras que Javier Bertucci, un pastor evangélico sin experiencia política previa, obtuvo el 11 por ciento. A pesar de presentar listas separadas en la circunscripción nacional en las elecciones parlamentarias de 2020, en septiembre de ese año, los partidos de Falcón y Bertucci anunciaron la creación de la ADem.

Más tarde se les unieron varios partidos adicionales que comparten sus críticas a los líderes y estrategias de la MUD. Entre ellos destacan disidentes de los partidos G4. El 11 de mayo de 2018, un grupo de legisladores encabezado por Timoteo Zambrano, un veterano legislador y ex negociador principal de la oposición de las conversaciones de 2002-03, dejó UNT para crear el Movimiento Cambiemos (MC). Otros líderes políticos se separaron de AD, VP y PJ y decidieron impugnar legalmente la jefatura de sus partidos a través del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ),obteniendo una sentencia favorable del TSJ en los dos primeros de estos casos.[1] (Para distinguirlos de los líderes originales del partido, me referiré a estos grupos controlados por disidentes como AD-D y VP-D, conservando las etiquetas originales de los miembros del G4).

Otro movimiento importante es Fuerza Vecinal (FV). A diferencia de ADem, FV tiene su origen en otro boicot, el de las elecciones a alcaldías de diciembre de 2017. Dos meses antes de esa elección, la MUD sufrió una gran derrota en las elecciones para gobernadores -que esperaba ganar-, con los candidatos de Maduro obteniendo 17 de las 23 gobernaciones. La MUD denunció que los resultados se debieron a un “megafraude” y decidió boicotear las próximas elecciones hasta poder negociar mejores condiciones electorales. Sin embargo, en las elecciones de alcaldes realizadas en diciembre, los líderes políticos locales de la MUD cuestionaron la estrategia de boicotear las elecciones en ciertos bastiones de la oposición, incluidos los sectores más ricos de Caracas. Decidieron presentar sus propias candidaturas como independientes o con las tarjetas de otros partidos en algunas ciudades, una decisión que la dirección de la MUD hizo de la vista gorda. Con el tiempo, los alcaldes electos se alejaron progresivamente de la MUD, lo que llevó a su decisión de presentar sus propios candidatos en la tarjeta de FV en 2021. 

Otros movimientos independientes completan el mapa, partidos regionales y disidentes del chavismo. Entre los últimos, quizás el grupo más importante sea el Partido Comunista, que ha respaldado al candidato del gobierno en todas las elecciones presidenciales desde 1999, pero a menudo presenta sus propias listas en las elecciones parlamentarias y regionales y, en ocasiones, es muy crítico con el partido del gobierno. Además, algunos grupos de oposición partidarios de una línea dura no participaron en las elecciones de noviembre y continuaron abogando por una estrategia de boicot. Entre estos el más relevante es Vente Venezuela (VV), liderado por la exdiputada María Corina Machado, quien sigue teniendo algunos de los índices de aprobación más altos entre los líderes de la oposición.

¿Se puede poner de pie la verdadera oposición?

En los últimos años, miembros de la comunidad internacional críticos hacia el régimen de Maduro han tratado en gran medida a la MUD como la única representación legítima de la oposición venezolana. Parte de la justificación de esto es su dominio de la Asamblea Nacional de 2015. Dado que estos países han caracterizado todas las elecciones desde 2015 como ni libres ni justas, parece natural considerar los resultados de esa elección como el mejor indicador de las opiniones políticas de los venezolanos.[2] El hecho de que, como mencioné anteriormente, la MUD obtuviera el apoyo del 95 por ciento de los votos no gubernamentales en ese momento parece brindar una fuerte justificación a su afirmación de ser la única coalición que puede hablar por la oposición.

Uno de los problemas de este argumento es que la MUD hoy representa sólo una parte de la coalición que tuvo tanto éxito en 2015. De 112 legisladores principales elegidos en la boleta de la MUD en 2015, solo 79 permanecen en la MUD, con el desgaste causado por deserciones de todos los partidos del G4 así como la salida de la coalición de algunos partidos más pequeños. Incluso el secretario general de la MUD en el momento de las elecciones de 2015, Jesús “Chuo” Torrealba, se encuentra ahora entre los críticos más feroces de la coalición. La supuesta mayoría de la MUD de las sesiones de la Asamblea Nacional de 2015 se debe en gran parte al hecho de que los legisladores que han dejado la coalición no participan en las sesiones, lo que permite que Guaidó los sustituya por sus suplentes. Dejando de lado el tema de las deserciones, las preferencias políticas evolucionan y claramente no siempre es correcto usar los resultados de una elección que tuvo lugar hace seis años como la única medida relevante de las preferencias políticas de Venezuela.[3]

Los resultados de las elecciones de noviembre nos dan una idea de cuánto ha cambiado el mapa político. Si bien la MUD fue la coalición más votada después de la del gobernante GPP al obtener un total de 1,9 millones de votos, esa cifra representa sólo el 40 por ciento de los votos no emitidos a favor del gobierno. En otras palabras, si aceptamos etiquetar como opositores a todos aquellos que votaron por candidatos distintos a los que apoyan a Maduro, entonces debemos lidiar con el hecho de que 3 de cada cinco votos opositores fueron para candidatos distintos a los respaldados por la MUD. Además, es notable la caída absoluta del apoyo a la MUD: en las últimas elecciones a gobernador de 2017 obtuvo 4,9 millones de votos, mientras que en esta obtuvo solo 1,9 millones, un descenso del 61 por ciento.[4]

Si, por otro lado, aceptamos la caracterización de los grupos centristas como progubernamentales, tendríamos que concluir que la oposición “real” fue superada en votos por el gobierno en una proporción de cuatro a uno. Dicho de otra manera, las afirmaciones de que la oposición principal es la única oposición y que ella cuenta con el apoyo de la mayoría de los votantes son inconsistentes.

El segundo grupo político más votado en noviembre fue ADem, aunque está abierto a discusión exactamente cuántos votos se le deben atribuir. A diferencia de la MUD, los partidos de ADem no siempre respaldaron al mismo candidato. De hecho, no está del todo claro que la ADem esté funcionando como una coalición de trabajo con fines electorales, dado que son los partidos individuales y no los líderes de la coalición los que anuncian los candidatos. En la elección especial de Barinas, algunos partidos de ADem respaldaron a Garrido, el candidato de la MUD, mientras que otros respaldaron a Fermín. Sin embargo, el grupo de partidos sigue siendo útil desde el punto de vista analítico, ya que captura a aquellos con una posición centrista en el espectro político de Venezuela. Por ello en la Tabla 1 ofrezco dos cómputos alternativos del voto ADem: uno en el que cuento como votos los obtenidos por los candidatos de todos los partidos que formalmente forman parte de él, y otro en el que cuento sólo los votos obtenidos por los único candidato más votado en el estado que fue apoyado por los partidos en ADem.[5] Si usamos todos los votos obtenidos por los candidatos de ADem, obtenemos 1,7 millones de votos, o el 37 por ciento de los votos de la oposición, mientras que si usamos solo los votos obtenidos por sus principales candidatos, obtenemos 1,5 millones de votos (31 por ciento del voto de la oposición). ADem también mejoró ligeramente su desempeño en las elecciones parlamentarias de 2020 en números absolutos y como porcentaje de votantes registrados.

Un tercer grupo de votantes no gubernamentales apoyó otras opciones diferentes a la MUD y ADem. El total de votos para estos “cuartos partidos” suma 1,1 millones, o el 23 por ciento, del voto de la oposición. De estos, Fuerza Vecinal es claramente el más importante, con 433 mil votos (9 por ciento de los votos de la oposición). Tengamos en cuenta que probablemente no sea prudente tratar esta última categoría de otros partidos como homogénea, ya que incluye algunos partidos progubernamentales como los comunistas (144 mil, o el 3 por ciento del voto de la oposición) que probablemente estarían del lado de Maduro en una elección nacional.

Lo que esto significa para la comunidad internacional

En los últimos años, los líderes de la oposición a menudo han categorizado a los grupos ajenos a la MUD como irrelevantes, pero la victoria de la oposición en Barinas probablemente no hubiera sido posible sin el apoyo de los partidos centristas que hacen vida fuera de la MUD. Los resultados de las elecciones de noviembre y datos recientes de opinión pública sugieren que las preferencias políticas venezolanas pueden estar evolucionando con el surgimiento de un tercer polo de votantes de centro. Alrededor de un tercio de los votantes en noviembre, y tres de cada cinco votantes que votaron en contra del gobierno, lo hicieron para apoyar a los candidatos centristas, la mayoría de los cuales son muy críticos tanto con el gobierno de Maduro como con la oposición mayoritaria. Estos candidatos centristas incluyen partidos que históricamente han estado en contra de los boicots electorales, las sanciones económicas y los llamados a la intervención militar, así como aquellos que se enfocan en temas regionales.

El surgimiento de un tercer bloque político sugiere la necesidad de repensar la estrategia de la comunidad internacional frente a la crisis de Venezuela. Ya no está claro que seguir excluyendo a los grupos de oposición distintos de la Plataforma Unitaria de las negociaciones apoyadas internacionalmente para encontrar una solución política a la crisis del país sea una estrategia sostenible. Es probable que continuar haciéndolo simplemente margine a un gran sector de venezolanos, haciendo que cualquier posible acuerdo que pueda surgir de estas conversaciones sea mucho más vulnerable a oposición interna.

Dado su desempeño electoral en noviembre y su capacidad para desempeñar un papel decisivo en las elecciones de Barinas, no se debe descartar la posibilidad de que las fuerzas centristas puedan aprovechar esos éxitos para continuar mostrando resultados sólidos en las próximas elecciones, incluidas las elecciones presidenciales de 2024. En ese escenario, si la comunidad internacional continúa con su enfoque actual, podría antagonizar innecesariamente a un conjunto de actores políticos cruciales y potencialmente influyentes. Mientras puedan mantener su fuerza política y electoral actual, es muy probable que las fuerzas centristas desempeñen un papel importante en el futuro político de Venezuela, especialmente en cualquier transición política negociada en la que estarían bien posicionadas para convertirse en interlocutores naturales de los moderados del régimen.

En última instancia, cualquier plataforma de oposición que busque oponerse a Maduro con éxito debe apuntar a obtener el apoyo de los 2,9 millones de votantes que decidieron no votar ni por Maduro ni por los candidatos de la MUD en noviembre. Hacerlo requerirá abordar las preocupaciones de estos votantes, muchos de los cuales están desanimados por las estrategias maximalistas de la oposición, el apoyo a las sanciones y los escándalos de corrupción en torno al manejo de los fondos públicos por parte del gobierno interino.

Derrotar a Maduro requerirá que la oposición haga a nivel nacional lo que acaba de lograr en Barinas: construir una coalición inclusiva que se parezca mucho más a la exitosa MUD de 2015 que al sectarismo que ha dominado la toma de decisiones en el gobierno interino. En lugar de continuar brindando su apoyo a facciones específicas de la oposición, la comunidad internacional debería apuntar a apoyar las negociaciones políticas entre todas las fuerzas que se oponen a Maduro para facilitar la reconstrucción de una amplia alianza de actores opositores que pueda servir como interlocutor de la verdadera pluralidad del panorama político venezolano.

Francisco Rodríguez es International Affairs Fellow en Economía Internacional del Council on Foreign Relations y Director de Petróleo de Venezuela

[1] En la tercera de ellas, el TSJ inicialmente falló a favor del contendiente y lo ordenó presidente de una junta ad-hoc de PJ el 16 de junio de 2020. Sin embargo, el 4 de septiembre de 2020, el TSJ anuló la decisión y destituyó a la Junta Directiva ad-hoc. Los líderes finalmente fundaron Venezuela Primero ( Primero Venezuela, PV). 

[2] La caracterización de las elecciones de 2015 como libres y justas es cuestionable. Las elecciones de 2015 fueron supervisadas, al igual que las contiendas posteriores, por un Consejo Nacional Electoral altamente politizado, y no faltaron decisiones que inclinaron el campo de juego a favor del gobierno. Las denuncias de manipulación de votos se han expresado en los procesos electorales venezolanos desde al menos 2004, sin embargo, la evidencia sólida de la alteración nacional a gran escala de los totales de votos sigue siendo escasa.

[3] Estrictamente hablando, solo 109 legisladores fueron elegidos en la boleta de la MUD, mientras que tres legisladores adicionales fueron elegidos como legisladores indígenas en una elección realizada simultáneamente en la que no se usaron etiquetas de partido. Sin embargo, los 3 diputados indígenas contaron con el apoyo de la MUD y se han mantenido leales a la MUD, por lo que me refiero a ellos como miembros de la coalición MUD en todo momento.

[4] Para facilitar la comparación, este total incluye los resultados de la elección de la alcaldía de Caracas celebrada en diciembre de ese año, ya que no se realizó ninguna votación en Caracas en octubre. Si nos limitamos a los 23 estados en los que votaron los electores en ambas elecciones (en 2017 no hubo votación en Caracas), entonces la caída es del 63,2 por ciento (de 4,9 a 1,8 millones).

[5] Todos los cálculos de los totales de votos se basan en los votos para los candidatos a gobernador en los 23 estados más los votos para la alcaldía de Caracas.

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